Alguien ha dicho, con mucho acierto, que si se fuera a escribir un Manual sobre cómo instaurar o mantener una dictadura, el primer capítulo tendría que ser dedicado a la forma de suprimir la libertad de prensa.
En la República Dominicana nos hemos regido por mucho tiempo por la ley 6132, que, aparentando ser una pieza para garantizar la libre expresión del pensamiento, lo que propiciaba era más bien una serie de prohibiciones y privilegios que nos acercaban más a la dictadura de la cual se pretendía alejarnos.
Muchas fueron las tentativas para corregir ese desvarío, pero nunca hubo resultados positivos, hasta que se produjo el viernes pasado la histórica sentencia del Tribunal Constitucional que desactivó la temible espada de Damocles que pendía sobre todos, al dejar sin efecto la mayoría de las medidas restrictivas que amenazaban a la población.
Desde el viernes para acá, somos un país más respetable. Seamos merecedores de ello.