Vivimos en base a energía, fuerza para actuar física o mentalmente, que permite que un cuerpo se mueva, se desplace o que cambie sus propiedades.
Existen varios tipos de energía con estas cuatro propiedades básicas: se transforma, se conserva, se transfiere y se degrada.
Así como todo se mueve con energía, todo contiene energía incluyendo las palabras. De ahí qué, cuidar lo que verbalizamos, es necesario para vivir en mejor estado físico, mental, emocional Y sexual.
Por tanto mucho de lo que hacemos decimos o actuamos genera situaciones de malestar y hasta de violencia y no nos permiten resolver algunas cosas que se evitarían sí cambiáramos ciertas palabras de nuestro vocabulario.
Estos son momentos de incertidumbre, algunos personas con poca fe, otros con poca esperanza, las personas en tristeza y desilusión. Por tanto, comenzar a cambiar actitudes y palabras, ayuda a utilizar mejor la energía en aras de bienestar.
En mi experiencia, no es igual hablar de problemas qué de situaciones o dificultades. Si nos vamos a la etimología de cada palabra, encontramos diferencias de conceptos, pero tienen mucho en común, en cada una de ellas hay que solucionar o aclarar un conflicto, buscar una respuesta, superar alguna barrera o inconveniente y siempre afectan a alguien o a algo.
Cuando digo problema percibo trabajo duro para solucionarlo, cuando digo situación o dificultad siento una energía menos pesada que genera en mí la idea de una solución más fácil. Cuando tenga un fallo en su desempeño sexual o marital, llámele dificultad, jamás problema. Pruebe.