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Enemigo común

Haití no es el enemigo. Allá, como aquí, lo es la pobreza, capitalizada e instrumentalizada por la política; aquí, como allá, lo es la falta de compromiso e identificación con el territorio y con el colectivo; allá, como aquí, es la cortedad de miras, el individualismo y la incapacidad para superar la cultura de lo inmediato en los más pobres y el complejo de Aladino en las clases medias.

La isla no se hundirá por falta de independencia como esta ha sido posible para los herederos de Duarte y de Louverture, pero ha sido degradada al punto de la inutilización por falta de entendimiento. Cuando era inminente el riesgo de perder la independencia (como esta era entendida en el siglo XIX), Haití fue solidario con los de Capotillo y fue proactivo ante los aprestos anexionistas de Báez.

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¿De qué manera se puede escribir sobre esto para que lo entienda sin sobresaltos el lector medio? Espero no morir en el intento.

Después de la anexión a España, ¿cómo se comportó Haití con los caudillos dominicanos? Solidaridad política, podrá decirse, y es cierto, pero sin ella, ¿hubiera habido restauración en dos años, como la hubo?

Vuelto Báez al poder y puesto en práctica su plan entreguista, ¿dónde encontraron conciliación de sus intereses Cabral y Luperón? En Haití, de la mano del general NissageSaget en San Marcos. De aquellos días es una carta de Luperón en la que equipara la solidaridad del haitiano con la de Petión ante Bolívar.

Es una tradición el asombro de Colón frente a la belleza de esta isla, diversa como un continente; continente de dos naciones desde el siglo XIX. Ha de haber sido hermosa sin medida para que en nuestros días, después de varios siglos de maltrato su belleza esté en la base de la industria del turismo.

La nación haitiana y la nación dominicana son la principal fuente de riesgo, tanto de la belleza por la diversidad como de la buena salud de ella entera como sistema.

La incapacidad para gobernarla con acierto ha impedido en ambos territorios la constitución de Estados funcionales.

Hoy República Dominicana está en una mejor condición social y económica. ¿Podemos ser ayuda para Haití? Debemos, opina El escribidor.
Llegamos los primeros cuando el terremoto del 10, ¡cómo tenía que ser! Nos retiramos los últimos, ¡un deber! No podemos cansarnos de ayudar ni podemos pasar cuentas por el apoyo. ¿Qué será de nosotros cuando muera la solidaridad? Es una mezquindad del espíritu pasar cuentas por haber extendido la mano.

Haití no es el enemigo.

El enemigo es común y hay que combatirlo en el cerebro y en el corazón de ambos pueblos. Si identificamos nuestras debilidades culturales, sociales y económicas y nos proponemos derrotarlas, ¿quién puede conspirar con efectividad desde dentro o desde fuera para perjudicar a uno u otro pueblo? Nadie.

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