Este domingo 17, catorce millones de chilenos están llamados a decidir cuál camino habrán de tomar: se cruzan dos modelos, uno liberal y democrático, con ciertos toques de ambigüedad, que encabeza el opositor Sebastián Piñera y otro de izquierda, con tintes voluntaristas, liderado por el oficialista Alejandro Guillier.
Hace casi 50 años Chile vivió una encrucijada similar, en la que se entrecruzaron dos opciones opuestas y claramente diferentes.
En aquella ocasión, setiembre de 1970, ganó Salvador Allende con el 36,63 % de los votos, prácticamente con el mismo porcentaje con que Piñera triunfo en las elecciones del pasado 19 de noviembre: 36,64 %.
No se trata , sin embargo, de idénticos escenarios.
En el 70‘ votó el 83 % de los habilitados y Allende le gano por escasos 40 mil votos a Jorge Alessandri, de la derecha, que logró el favor el 35,29 % de los electores.
No había entonces segunda vuelta y Allende fue electo presidente por el Congreso legislativo con el apoyo de los votos de la Democracia Cristiana liderada por Radomiro Tomic, quien había hecho un acuerdo previo y secreto con el candidato socialista de la Unidad Popular (UP).
Completaban la escena, entonces, militares agazapados con arteras intenciones y grupos radicales armados y activos de izquierda y de derecha que contribuían a perturbar aun más el enrarecido clima imperante.
Esta vez hay diferencias. Votaron muchos menos, solo el 46 % de los habilitados; Piñera le ganó por lejos a Guillier (22,7 %), y, fundamentalmente , hoy no hay amenazas ocultas ni espadas de Damocles pendientes y hay segunda vuelta: el que decidirá ahora será el “ soberano”, esto es, el pueblo chileno.
¿Y qué dicen las encuestas? Empate técnico: los porcentajes hablan de un 40 y de un 47 % para Piñera y del 38,6 y 45 % respectivamente para el candidato oficial. Pero las encuestas han perdido credibilidad; han tenido algunos yerros grandes. Además, se trata de consultas hechas, por lo menos, tres semanas antes de la elección.
Es demasiado tiempo; son muchos los que deciden una o dos semanas antes.
Es muy posible, por ejemplo, que recién en los últimos días resuelvan si van a votar o no los 7 millones 560 mil chilenos que no fueron a hacerlo el 19 de noviembre.
En Chile rige la ridícula, restrictiva y humillante prohibición de no hacer o publicar encuestas en las dos últimas semanas previas al acto electoral.
Se piensa que la gente, en el caso los chilenos, son tontos, y se dejan llevar de las narices por las encuestas.
No es así y si alguien tiene dudas, solo tiene que comprobarlo con lo que han dicho las encuestas en varios países, incluido EE. UU., y cuáles han sido los “inesperados” resultados.
Además, como toda prohibición, favorece a los mas fuertes (que hacen sus propias encuestas hasta el final) y da lugar a pequeñas o grandes trampas.
En Chile mismo no está prohibido, en cambio, publicar encuestas sobre la imagen de la Jefa de Estado, la que, sin embargo, y sin ningún respeto republicano, en las últimas semanas hace campaña a favor del Guillier. Michelle Bachelet cuenta con un 40 % de apoyo, que quizás solo se trate de un “puente de plata “ para que se vaya, pero ella pretende endosárselo al candidato oficialista.
Eso no se da tan así, lo que no quita que es feo lo que hace: sus correligionarios que la precedieron en el cargo fueron más elegantes y en especial más cuidadosos, como también lo fueron con la economía chilena, lo que permitió el despegue del país y hasta que se hablara del “milagro” chileno.
Es muy difícil hacer pronóstico sobre el camino que habrán de elegir los chilenos.
Las encuestas y las propias matemáticas dan un empate. Pero no habrá empate y de cómo se defina dependerá mucho el futuro de Chile.