Chávez no fue Mandela; lamento tanto el que no lo haya sido, pues de haberse abierto el espacio de ser un líder respetuoso y conciliador, en la América Latina de hoy vibrara una nueva vida, no una nueva herida.
Qué fácil resulta siempre apelar al populismo, al alma del espíritu y cuerpo de los pobres de educación y finanzas. Qué fácil resulta siempre colocarse en el lugar opuesto, y desde la fuerza de las heridas de quienes se saben ninguneados, apostar a quererles y prometerles lo que sea -con tal de esta vez ser tú -quien les robes la dignidad. Qué fácil resulta siempre construir fuerza en base al dolor, el hambre y la desesperanza de los que se saben oprimidos, en detrimento de los que exhiben poder político o económico.
La propuesta del consumismo nos llega a todos, no importa si tu estómago está vacío o lleno: el auto deportivo y la mujer voluptuosa siempre están a la venta, creando supuestos sueños y necesidades en la mente de los incautos… parecería que toda la cuestión radica en que te llegue tu turno de comprar, no?
Lo extraordinario, lo perdurable toma tiempo. No se construye con el odio de unos contra otros, ni con la sed de dirigir tratando de demostrar un punto que desmerite al otro. Se logra con la inclusión, con las posibilidades que aportan las experiencias de todos: los hasta el momento oprimidos y también sus opresores.
Nuevos países, nuevas formas de vivir, de hacer política, de desarrollar la cultura, de promover la armonía en lo diverso y el disfrute de este espacio vital, amerita de crear condiciones ejemplificadas en el liderazgo de Nelson Mandela.
Ojalá y las luces que hoy se enciendan en nuestro país, sirvan para iluminar lo que nos es común, que de alguna manera tomemos el hilo por la punta de la madeja, para desenmarañarnos de los sistemas de derecha o de izquierda, de la xenofobia, de las culpas y los culpables, para dar espacio a otra cualidad -hasta ahora-de poca participación en la Patria de Duarte.