Encarcelados

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Dunia De Windt

¿Caben todos los presos en las cárceles del país? Es una curiosidad latente en mí.

Son innumerables los casos de violencia que suceden cada día en el país, en el que los presuntos asesinos o ladrones son enviados a cárceles deprimentes, sumado al lento manejo de los expedientes de cada uno de estos individuos por una justicia patosa y, por supuesto, las condiciones de hacinamiento y escasez en las que cumplen condenas, a excepción de la cárcel de Najayo. Un lugar prohibido, sólo reservado para banqueros, ladrones de cuello blanco, pero igual de delincuentes.

El tema de las cárceles dominicanas es un asunto recurrente que surge cada cierto tiempo, casi siempre cuando suceden motines. Para nadie es un secreto, y mucho menos para las autoridades penitenciarias del país, que las condiciones de muchas cárceles son penosas, denigrantes y dan grima.

No entiendo, porqué estas autoridades no toman la decisión junto con las autoridades gubernamentales de invertir en el acondicionamiento de estos recintos, donde hombres y mujeres cumplen condenas por diversos delitos.

En pleno siglo XXI, sabiendo que somos un país subdesarrollado y que los recursos millonarios sólo son destinados a los intereses partidistas, considero importante de una vez por todas el mejoramiento de las cárceles dominicanas para no seguir siendo la vergüenza del continente, y de esa forma evitarnos desgracias.

Con respecto al hacinamiento y mejoras de condición de nuestras cárceles, como la orientación y vigilancia que debieran tener los presos y de aquellos que llegan deportados de Estados Unidos, ningún gobierno de los que hemos tenido en el país ha mostrado preocupación en poner un poco de atención a estos asuntos.

Las autoridades gubernamentales de cualquier partido, y del orden, jamás han pensado que esos son los nuevos delincuentes que patrullarán por nuestras calles, sumados a los que ya están robando, matando y traficando. Nunca han pensado en formar una comisión con profesionales capacitados que puedan darles seguimiento profesional a estos hombres y ayudarlos a reinsertar su vida, para tratar de sacar buenos resultados y frenar, aunque sea un poco, la gravísima violencia que nos amarga la vida.

Lo anteriormente expuesto es una “quimera” en nuestro país y al pueblo no le queda otra opción que protegerse cada quién como pueda. La violencia crece conforme la falta de oportunidades en reinserción social y empleo.

Hacen falta reformas firmes, no reformas para subir los impuestos al pueblo, sino cambios en un sistema que nos atrasa más como nación.



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