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En recuerdo del amigo Gilberto Hernández

Roberto Marcallé Abreu
📷 Roberto Marcallé Abreu

Estos no son los días que, en nuestros sueños y deseos, uno ha anhelado vivir. Despacio, nos hemos ido transformado en copartícipes de momentos memorables, y de otros menos gratos —la inmensa mayoría— que ensombrecen nuestro estado de ánimo.

Esa, en definitiva, es la existencia de la que no somos propietarios, sino rentistas o deslucidos inquilinos ocasionales.

Puede que estemos viviendo tiempos de recogimiento y reflexión en los que resulta dable apreciar nuestra existencia, como un acaso, un accidente, un período de prueba. Tales pensamientos nos sobrevienen con motivo de la desaparición física del amigo comunicador Gilberto Hernández.

Uno cierra los ojos y entonces le apreciamos, muchos años atrás, cuando nos iniciábamos en la vida pública. Resulta menos que imposible olvidar tantos momentos y circunstancias que compartimos con numerosos amigos y conocidos, la generalidad de ellos ya desaparecidos, como acaba de ocurrir con él mismo.

Hacía mucho tiempo, quizás años, que no lo veía. Si recuerdo haber conversado por teléfono con Gilberto, poco después de haber retornado de Nicaragua. En la ocasión, quedamos en reunirnos para compartir recuerdos y momentos, pero las circunstancias no nos lo permitieron. Recuerdo que años atrás éramos parte de un grupo de amigos, muchos de ellos del ámbito periodístico, que nos reuníamos con frecuencia y compartíamos actividades vinculadas con la profesión.

No recuerdo con exactitud la fecha en la que nuestros encuentros, frecuentes viajes al interior y compartir momentos tanto de trabajo como festivos empezaron a palidecer. Una de las razones de este distanciamiento tuvo su origen en el hecho de que fui encargado de organizar y dirigir la oficina de El Nacional que se inauguró en la ciudad de Nueva York, poco después de que el amigo y empresario Pepín adquiriera Publicaciones Ahora.

Mi salida del país, me alejó de mis antiguos compañeros y del ámbito periodístico local. En alguna medida, los antiguos encuentros, diálogos, labores conjuntas, empezaron a reducirse hasta que finalmente desaparecieron. Cuando retorné a República Dominicana, creo que hice algunos esfuerzos por reencontrarme con los antiguos amigos, pero todos ellos estaban enfrascados en proyectos y labores que les tomaban muchísimo tiempo.

Lamentablemente, no pude reencontarme con Gilberto con el que llegué a conversar en una que otra ocasión, y con quien quedé en reunirme. Era un excelente amigo y un valiosísimo comunicador que ya se fue de nuestras vidas para siempre.

Estas palabras son un testimonio de recordación de un amigo muy esforzado y valioso, sumamente alegre, con el que muchos periodistas compartimos riesgos, experiencias, vivencias, momentos de valor histórico. Paz eterna para el amigo que nunca olvidaremos.

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