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En la senda de un pesimismo forzado

En la senda de un pesimismo forzado
Santiago Estrella Veloz

La infuncionalidad de las instituciones democráticas nos está colocando en la senda de un pesimismo forzado, algo que lastima profundamente los puros ideales de aquellos que se sacrificaron por legarnos una patria mejor.

Si hacemos un recuento, tenemos que en nuestro país la Justicia no funciona como debería; la corrupción en todas las esferas es como una pesada avalancha de lodo que lo arropa todo; la fe en los valores patrios se ha perdido en nuestra juventud; las palabras orgullo y vergüenza parecen haber sido borradas de nuestro diccionario; los políticos mienten, se reparten los cargos públicos, meten su mano insaciable en las arcas públicas y, sin rubor alguno, se hacen de la vista gorda ante los atentados a nuestra soberanía, cada día más mermada, tanto por la llamada globalización como por las intromisiones de pro-cónsules extranjeros en nuestros asuntos internos.

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En fin, un panorama francamente desalentador.

Los ejemplos históricos parece que son desconocidos por nuestros dirigentes. Casi todos creen que el pueblo siempre mantendrá su sumisión, como si no existieran los ejemplos del pasado que dicen lo contrario, cuando las presiones hicieron estallar la olla carente de una válvula de escape para contener la andanada.

Junto a toda esa desgracia, parecería que la nación cada día está más cerca del abismo. Cuando un país no confía en sus autoridades ni en sus dirigentes, los que abusan de los más débiles deberían poner sus barbas en remojo, no vaya a ocurrir que ardan como las de algunos vecinos.

Esto me recuerda lo que decía Ortega sobre el llamado “hombre-masa”, a quien sólo le preocupa su bienestar y es insolidario con las causas de ese bienestar.

Uno y otro rasgo componen la psicología del niño mimado. Un día dejará de serlo, cuando le quiten el chupete.

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