En estos momentos: Duarte

En estos momentos: Duarte

En estos momentos: Duarte

Roberto Marcallé Abreu

Hace poco, un antiguo conocido me confesó que, debido al alza en el costo de la vida, se hallaba en un profundo estado de desasosiego.

“A estas alturas del mes”, dijo, “siempre contaba con una suma que me permitía hacer algunos pagos. Eso pertenece al pasado”.

En 1984, la aplicación de las medidas impuestas por el Fondo Monetario disparó el costo de la vida a niveles insoportables.

El pueblo se lanzó a las calles y se produjo un elevado número de muertos. En 2002-2003, tras el cierre del Banco Intercontinental, se desató una situación inflacionaria similar o peor a la l984.

Sacrificar a la población con los altos precios de los alimentos, las medicinas, los servicios, los combustibles, ha estado a la orden del día. Es en estas circunstancias donde los dominicanos deben sentir el deseo y la necesidad apremiante de vivir en un país donde las instituciones se orienten hacia el bienestar de los ciudadanos.

Y es, asimismo, la enseñanza fundamental del creador de la nacionalidad dominicana, Juan Pablo Duarte. Su vida, su sacrificio, su entrega, sus ideales simbolizan los más enaltecedores propósitos.

He aquí la razón por la que desde 1844 y mucho antes hemos luchado por una sociedad más justa y satisfactoria, por la libertad, la independencia, la soberanía.

Como la tribuna del escritor son sus letras procuré ejemplificar este drama dándole vida a un personaje-símbolo de estas desventuras.

Al respecto escribí tres novelas: “Contrariedades en la mezquina existencia del señor Pemberton” (2006), nNo verán mis ojos esta horrible ciudad (2009) y “La manipulación de los espejos,” (2012).

La trama es la cruda representación en mil 740 páginas de cómo el apetito desmedido de riquezas y la ausencia de propósitos colectivos arrastran a la estructura social y a las personas a niveles de degradación inimaginables. Una puerta abierta a todos los despropósitos.

El señor Pemberton es un ciudadano común que observa con angustia cómo su mundo se estropea de forma irrefrenable.

Su existencia está signada por una cotidianidad maligna. No hay buenas noticias y las desgracias son cada vez mayores.

Intuye que el gobierno, los poderes económicos, la dirigencia política y social, los intereses foráneos yacen tras esta conjura.

Este ciudadano es hostigado por la inseguridad, la delincuencia, las drogas, los abusos, los altos precios, la carencia de los servicios esenciales. Su indefensión, soledad, impotencia, facilitan su sometimiento y victimización. No tiene más opción que defenderse o morir.

Su misma situación adversa, no obstante, le permite intuir que la vida puede y debe ser distinta. Que existen poderosas e ilimitadas reservas orientadas en ese sentido: el sacrificio de nuestros héroes, su indeclinable amor por la patria, el ideal de un país soberano y una sociedad justa, equilibrada, próspera. Es el contenido y la esencia de los ideales trinitarios.

Y las vidas de sus forjadores, tan humanos como excepcionales. Otros lo han logrado. ¿Por qué nosotros no podemos?

La maldad no es dueña de un poder absoluto. Juan Pablo Duarte, se reitera. Su infinita visión hacia el presente y hacia el porvenir…su memoria es, de seguro, la única posibilidad de rescatar a la República del estado de postración al que la han arrastrado.



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