Uno de los aspirantes a la Presidencia de la República ha lanzado al ruedo la tremenda idea de quitarle unos chelitos que le sobran al Congreso y transferirlos al Ministerio de Salud, con lo cual esta área de la administración pública aliviaría sus cantaleteadas precariedades.
La ocurrencia es brillante y sólo requiere un poco de voluntad oficial con el objetivo de distribuir mejor el gasto publico. En el Congreso, por ejemplo, se podría disponer de los millones que se gastan para ser repartidos entre los legisladores a través del inmoral barrilito y el indecente cofrecito.
¡Qué bien caerían esos millones salvando vidas infantiles!
A sabiendas de que en ninguna esfera oficial se le dedicará la menor atención a esta iniciativa, me daré el gusto de sugerir una ampliación a la propuesta de marras, que consiste en refundir en un solo Ministerio las carteras de la Juventud y de la Mujer, así como condensar en una las catorce dependencias oficiales que tienen que ver con el tránsito terrestre, y devolver a Obras Públicas las funciones que le ha usurpado la llamada Oficina Supervisora de Obras del Estado.
¿Queremos seguir ahorrando? Echemos, entonces, una miradita por los predios del Ministerio de Relaciones Exteriores con sus centenares o miles de botellas esparcidas en las embajadas y consulados, cobrando en dólares.
En eso llegó el lechero.