Según el medio digital del laborioso periodista francomacorisano Antonio María, la señora María Victoria de Jesús, de la Fundación Francisco Alberto Caamaño Deñó, denuncia el limbo en que ha quedado la idea de crear una comisión de la verdad que investigue los hechos sangrientos del 25 de junio de 1965, fecha en la cual San Francisco de Macorís vivió el día más negro de su historia.
Ese día, jóvenes constitucionalistas intentaron una operación militar en esa ciudad. Muchos fueron detenidos desde antes de iniciarse la operación y aquel episodio se cerró con la ejecución de más de diez jóvenes, ya rendidos e indefensos.
Los francomacorisanos de más conciencia cívica y más sentido de justicia nunca han olvidado aquella masacre y, sin mancar, año tras año, rinden tributo a esos mártires, gran parte de los cuales eran hijos de aquel pueblo. Pero, al parecer, la idea de la comisión ha caído en un limbo, según, doña María Victoria.
Hace unos años se estuvo barajando en la capital, la creación de una comisión igual para los crímenes de la tiranía trujillista y, su continuación la dictadura balaguerista de los doce años. Seguido surgieron las dificultades con que choca tan valiosa iniciativa.
Que revive los odios, que los autores de los grandes delitos de esos períodos o sus descendientes cuentan con mucho poder todavía, que los votos balagueristas se necesitan para ganar las elecciones y otros argumentos simplones como esos.
Entonces cualquiera que no tenga mucha voluntad y una buena dosis de la virtud de la perseverancia, termina por desistir antes de seguir tocando las puertas de una sociedad que parece cada vez más inclinada a otros asuntos de menos peso.
Cuando el mundo era otro, en tiempos de la guerra de Vietnam, existió el Tribunal Rusell, encabezado por un filósofo inglés, ya octogenario, con una autoridad internacional reconocida.
Allí confluía mucho de cuanto había de digno y honorable en ese tiempo. No tenía fuerza ejecutiva, pero una sentencia suya tenía una autoridad moral que en ocasiones hacía temblar la mano a los criminales de lesa humanidad más poderosos.
Una versión en pequeño, del tamaño de nuestra realidad, pero con el mismo sentido de justicia, le hubiese hecho un gran bien a la memoria cada vez más frágil de este pueblo y esta juventud nuestra. Pero como dice doña María Victoria, ideas como esas aquí como que se quedan en el limbo.