El satírico encomio del neerlandés Erasmo, escrito en Londres en 1511, lejos de loar al estado orate, enseña que “quien de todo se ríe pasa por tonto pero no reírse de nada es de estúpidos”. Incluso en ocasiones tristes o fúnebres la risa puede ser útil y hasta necesaria.
Lo recordé ante un piadoso elogio a la “coherencia” –actitud lógica consecuente con principios profesados— como fundamento del buen periodismo, expresado por un amigo muy cuerdo, agudo, ponderado y exitoso.
Y recordé a don Cuchito, quien citaba a veces un pequeño libro, “Cimientos del Idioma Caona”, de Pedro de León Marte, conocido como “El Renovador”, pintoresco personaje “creador” del idioma caona, un adefesio que defendió con tal coherencia que fue a parar al manicomio.
¡Muy coherente! El innecesario elogio de lo que, en cualquier sociedad menos silvestre y dada a encubrir lisios morales, es a todas luces disparatoso, interesado, y –aun sea tristemente extemporáneo recordarlo— extremadamente incoherente, no hace más que confundir a jóvenes ansiosos de orientación. Ciertos silencios son más piadosos.