Un día de elecciones es, siempre, un día crucial por su trascendencia. Cada voto, involucra nuestro presente y nuestro futuro. Las consecuencias de nuestra decisión nos afectarán por mucho para bien o para mal. Y decidirán el destino, la alegría o la tragedia de millones de seres humanos.
Daniel Contreras, quien reside desde hace años en Madrid, me habló y entregó el monto de las sumas administradas por los diversos gobiernos desde el 1961 hasta la fecha. Releer esas cifras es como para sentirse profundamente amargado.
Igual sensación nos indigna por la forma, diríamos que escandalosa, como las autoridades han podido acceder a sumas que comprometen al ciudadano por decenas de años. Todos sabemos los bolsillos y las particulares fortunas donde han ido a parar esos dineros.
José Rijo, asesor presupuestario, expresó a este respecto su disgusto por la forma en que las cámaras legislativas aprobaron el pasado 12 de junio de este año (hace menos de un mes) una ley de “presupuesto complementario”.
Entonces, se hizo la forzada pregunta de cómo era posible “que se hagan presupuestos de ingresos sin la actualización del marco macroeconómico del 2020, sin conocerse cuál será el crecimiento del producto bruto interno y sin que se exista información confiable sobre la tasa de cambio, la tasa de inflación, los precios del oro y del petróleo”.
La aprobación del proyecto, que “se liberó de trámites”, no fue estudiada por ninguna comisión y prácticamente no se debatió. “Este 13 de junio”, expresa el periodista Edwin Ruiz, esta ley modifica “con fundamentos o no, el financiamiento público en más de 150 mil 908 millones, al elevarlo a 397 mil 204.5 millones de pesos”. Un 90.5por cierto de estos dineros provienen “de fuentes externas”.
“Llama la atención”, prosigue el texto periodístico, “el aumento de 300 millones a la Cámara de Diputados,”. Asimismo, “la Presidencia de la República recibe el monto mayor de cinco mil 259 millones”.
Solo en estos ocho años el oficialismo peledeísta ha administrado la suma de un billón (¡un millón de millones!), 76 mil 587 millones 861 mil 211 pesos.
Equiparar esta suma con el estado de miseria y abandono en que yace un significativo porcentaje de la población dominicana, sencillamente desbordaría de indignación a cualquier persona sensible. El hecho definitivo es que este es un país y un pueblo que han sido saqueados y abusados de manera inmisericorde. Y ya basta.
Años atrás, tras obtener un galardón literario por mi novela “Las siempre insólitas cartas del destino”, manifesté a una entrevistadora mi intención de escribir un extenso relato sobre las vicisitudes de una persona que fuera el símbolo de los maltratos y amarguras sufridos por el dominicano común y corriente.
De ese intento surgió un personaje, el señor Mamfredo Pembeton, un jubilado que deviene en testigo y victima de los abusos del poder en sus más perversas manifestaciones.
Una madrugada se ve obligado a salir a una diligencia y, cuando llega a su lugar de destino, tropieza con una larga fila de personas.
El ambiente que aprecian sus ojos es horrendo: “Negocios cerrados con sus verjas metálicas y de acero. Basura desparramada sobre aceras destrozadas y bordillos, aireando una pestilencia insoportable”.
Una amargura tras otra casi le arrastran a la locura. Algo sencillo le hace pensar que, a pesar de todo, no son pocos quienes están en actitud de no seguir tolerando este degradante estado de cosas. Miró un afiche en una pared. En este figuraba un rostro y una palabra. Justicia”. Justicia. En estas elecciones es la palabra que cada dominicano que le duela su país debe llevar escrita en la frente.