Elecciones, economía y futuro

Elecciones, economía y futuro

Elecciones, economía y futuro

Nassef Perdomo Cordero, abogado.

La semana pasada escribí sobre mi convencimiento de que el resultado electoral estadounidense se debe al malestar, justificado o no, de los ciudadanos con el estado de la economía y no alas batallas de la “guerra cultural”.

Algunos lectores entendieron que esto sugería que los demócratas no tienen nada que corregir, que pueden seguir por el mismo camino y esperar que el devenir económico marque su destino. Esta lectura es incorrecta. De hecho, lo correcto es lo contrario.

Que la actitud de los ciudadanos respecto de la economía haya decidido la elección significa que el camino al éxito electoral pasa por retomar lo que los estadounidenses llaman “temas de la mesa de la cena”. Es decir, los que impactan más directamente la calidad de vida de las personas.

Lo que estas elecciones demuestran es que la estabilidad de la economía familiar ocupa un lugar preponderante entre las prioridades de los votantes. Después de todo, su extremismo no le garantizó a Trump la victoria en 2020.

El abordaje desde las ideologías y convicciones personales puede llevar a concluir que el electorado yerra y que, por tanto, hay que convencerlo de que modifique su posición. Sin embargo, aunque la persuasión es esencial en democracia, para los partidos políticos escuchar y abanderar los reclamos concretos de los ciudadanos es aún más importante.

Para los movimientos liberales (y para los conservadores), abandonar el énfasis en lo económico arriesga su capacidad de gobernar, algo sin lo cual no podrán nunca aplicar sus programas.

Es muy difícil convencer a la mayor parte de los votantes de que sus necesidades más inmediatas deben relegarse a un segundo plano.

Por eso, aunque parezca paradójico, el camino para hacer avanzar la ideología propia pasa por reconocer que los intereses económicos de la población ocupan el primer lugar de prioridades.

Desde mi punto de vista, esta es la proposición realista. Después de todo, se gana o pierde con el electorado que existe, no con el que se desea.

Sólo en situaciones muy excepcionales las sociedades deciden sacrificar la seguridad de sus necesidades primarias en aras de otros valores.

No se puede contar con estas para lograr el éxito electoral que es el fin de los partidos políticos. La pugna por el futuro pasa por esa ruta.