Elecciones dominicanas: Derecha contra derecha

Elecciones dominicanas: Derecha contra derecha

Elecciones dominicanas: Derecha contra derecha

José Manuel Félix, dirigente de la ANED.

Así se perfila la próxima contienda electoral. Un enfrentamiento entre dos partidos que representan dos segmentos de la derecha política dominicana.

Ausencia programática de la izquierda cuyas expresiones partidarias se abocan a realizar alianzas apresuradas con actores de la política tradicional ubicados en la derecha o la centro derecha.

Arrastrada en la competencia electoral electorera esta izquierda se prepara para la disputa del pastel electoral timorata en desplegar un programa diferente y equidistante de los planteamientos y prácticas de la derecha criolla.

Con su discurso centrado en denuncias de corrupción y contra la impunidad imperante, la izquierda no logra conformar una vía alternativa, puesto que resulta insuficiente para la formación de una conciencia política de clase.

Tampoco es tema exclusivo de los sectores progresistas, es utilizado también por la derecha y la ultraderecha, inclusive por algunos ex corruptos.

La izquierda no debe anclarse exclusivamente en el relato anticorrupción, le corresponde tener un lenguaje propio, distinto al de las fuerzas políticas conservadoras, que sea sobretodo antineoliberal, anticolonialista, incluyente y solidario pero más que nada crítico y democrático al mismo tiempo.

Usualmente cuando nos referimos a los términos derecha e izquierda pensamos a nivel de partidos políticos y obviamos muy a menudo que se trata de dos fuerzas sociales que representan intereses políticos, económicos y sociales distintos, así como de dos formas de pensamiento antagónicas entre sí: la izquierda aboga por un pensamiento progresista (desde la más radical hasta la socialdemocracia) en tanto la derecha resulta casi siempre atada al conservadurismo (desde la moderada hasta la ultraderecha).

En la sociedad dominicana el conservadurismo y el neoconservadurismo son las formas de pensamiento dominantes, aunque en realidad no lo fue así históricamente. Ya desde finales de los cincuentas se había ido incubando un sentimiento revolucionario, fundamentalmente en la juventud, que caminaba de la mano de un pensamiento progresista y que se canalizaba a través de los movimientos estudiantiles, los clubes culturales y los partidos de izquierda.

A partir del desenlace de la revolución de abril del sesenta y cinco comienza la promoción de un tipo de pensamiento único, esencialmente conservador, el cual se comenzó a implementar paralelamente a la exterminación física de la juventud revolucionaria en general y a la del liderazgo de izquierda en particular.

Con el fin de desterrar la influencia de la ideología izquierdista se introducían políticas económicas dirigidas hacia el fomento de unas capas medias, surgidas de su vinculación con el régimen balaguerista, y al logro de un cierto crecimiento de la pequeña y mediana industria.

Migración y transculturación masivas, particularmente a partir de los setentas, ayudaron a limar los vestigios de un nivel de conciencia política no conveniente a los intereses de la nueva estructura del poder. Sin embargo será a partir de la década de los ochentas, con la introducción del modelo neoliberal y de su ideología, en las postrimerías del Balaguerato, cuando la corriente conservadora cobrara una dimensión ampliada, conformando en el imaginario nacional, una nueva escala de valores y preferencias.

El conservadurismo invadirá todos los segmentos de la vida nacional apoderándose de universidades, organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación, profesionales e intelectuales, pero sobretodo, de lo militar y de los partidos políticos.

Este predominio del conservacionismo ha conducido a un “desbalance” del sistema político dominicano, incompatible con la mayoría de los sistemas políticos de la región, donde los procesos electorales son el escenario de verdaderas contiendas ideológicas entre posiciones de izquierda (progresistas) y de derechas (neoliberales). No existe una alternativa A y otra alternativa B. Tanto el candidato del partido dominante Gonzalo Castillo como su par en el PRM, Luis Abinader representan los mismos intereses estratégicos de clase, los de la burguesía y los de la Oligarquía dominicanas.

Ambas agrupaciones políticas poseen el mismo dueño: el poder económico del selecto número de familias que controlan más del 45% de todo el ingreso generado en la economía dominicana. Una de las consecuencias de este “desbalance” político es el auge que ha tenido la antipolítica.

El predominio del modelo neoliberal, en franco agotamiento, con su ideología basada en el “Laissez faire…”, el libre mercado, la mercantilización de toda actividad social, también transformó a los partidos políticos en empresas, de forma tal que hoy en día los principales candidatos a la presidencia, por los dos principales partidos, son dos empresarios cuyos méritos en política más vendidos y más aireados en sus campañas políticas son el de ser “buenos gerentes” y “empresarios exitosos”.

La antipolítica se tragó a la política, como muestra solo hay que ver quienes integran el “gabinete presidencial” de Abinader, el equipo de economistas neoliberales que lo rodea y hasta su candidata vicepresidencial, todos miembros prominentes de la cúpula empresarial o miembros de la tecno estructura que le brinda sostén técnico e ideológico,

Eso da profundización del modelo neoliberal por todos lados (contrarreforma laboral, más desregularizaciones y privatizaciones, reforma fiscal regresiva etc) muy a pesar de las previsibles consecuencias que ya se han estado produciendo dolorosamente en varios países de la región, sobretodo en Chile, Ecuador, Argentina, Colombia y otros.

No obstante lo oscuro de este “larga noche neoliberal”, un futuro promisorio se vislumbra en el reciente movimiento juvenil, ese que llenó la plaza de la bandera por varios días y noches, el mismo que convocó al trabucazo y al diálogo paralelo exigiendo soberanía y respeto al pueblo dominicano, ese pueblo que aparenta corromperse diariamente en la superficie pero nunca en su fondo.



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