John Walker Lindh creció en el seno de una familia católica de clase media en la localidad de Mill Valley, al norte de San Francisco. Sin embargo, mundialmente es conocido como el «talibán americano».
Lindh fue el primer detenido con ciudadanía estadounidense tras el inicio de la llamada «guerra contra el terrorismo» anunciada por el presidente George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Su captura en Pakistán, donde formaba parte de una unidad militar en la que había 75 extranjeros luchando en las filas del Talibán, causó gran revuelo y las imágenes de aquel joven barbudo aparentemente desorientado le dieron la vuelta al mundo.
«Me declaro culpable. Presté mis servicios como soldado al Talibán el año pasado desde agosto a diciembre. Mientras lo hacía, porté un rifle y dos granadas. Lo hice voluntariamente y sabiendo que era ilegal», dijo Lindh en julio de 2002, tras un acuerdo con la Fiscalía que le permitió evitar la cadena perpetua y, en lugar de ello, ser condenado a 20 años de prisión.
Pero ¿cómo este joven californiano se hizo yihadista y llegó a entrenarse en campamentos militares financiados por Osama bin Laden?
Entre Malcolm X y Osama bin Laden
Pese a su educación católica, Lindh comenzó a sentirse atraído hacia el islam al inicio de su adolescencia.
Según ha contado su padre, Frank Lindh, el joven quedó muy impresionado cuando a los 12 años vio en la película Malcolm X, de Spike Lee, las imágenes de los peregrinos que acudían a la Meca.
A partir de allí, comenzó un proceso de búsqueda que años más tarde culminaría en su conversión en musulmán.
«Él estaba en una encrucijada en esa época. No estaba seguro sobre hacia donde ir en este mundo. Parecía que el islam y la religión eran una vía para que pudiera lograr realizarse espiritualmente», contó Abdullah Nana, imán de Centro Islámico de Mill Valley, en una entrevista con la BBC en 2011.
Nana explicó que el joven se acercó a esa institución y que poco tiempo después de convirtió al islam y decidió aprender árabe y memorizar el Corán.
Así, a los 17 años, Lindh obtuvo el permiso de sus padres para viajar a Yemen para estudiar árabe.
Luego regresó a California, donde permaneció por unos meses antes de decidir volver a Yemen. Desde allí escribió su padre para preguntarle si podía ir a Pakistán para continuar sus estudios.
«Confío en tu juicio y espero que tengas una maravillosa aventura«, le respondió de vuelta su padre.
En Pakistán, Lindh se matriculó en una escuela religiosa en el pueblo de Bannu, en la provincia de la Frontera del Noroeste, donde aparentemente su posición se hizo más radical.
Sin que sus padres lo supieran, en junio de 2001 Lindh decidió cruzar hacia Afganistán.
Con la ayuda de un grupo militante, recibió allí dos meses de entrenamiento militar en el campo de entrenamiento de al-Farouq que fue financiado por Osama bin Laden.
Durante ese verano, se reunió en dos ocasiones con el líder de al Qaeda, aunque según su padre el joven no tuvo nada que ver con el terrorismo.
«Era uno de los miles de jóvenes musulmanes que a lo largo de los años ofrecieron sus servicios en Afganistán contra los señores de la guerra respaldados por Rusia» (de la Alianza del Norte), le dijo Frank Lindh a la BBC en una entrevista concedida en 2011.
Sin embargo, Michael Chertoff, quien era asistente al fiscal general durante el juicio contra Lindh, no creía que hubiera el joven estuviera tan claramente desligado del terrorismo.
«Él fue a luchar por un regimen que era hostil a Estados Unidos y que apoyó los ataques del 11-S. No es exactamente traición, pero diría que es un primo cercano de la traición», dijo Chertoff a la BBC en 2011.
Los primeros cargos formulados contra Lindh indicaban que al Qaeda le propuso ejecutar un ataque contra Estados Unidos o Israel pero que el joven se negó.
El impacto del 11-S
A inicios de septiembre de 2001, Lindh formaba parte de una unidad militar de 75 soldados no afganos en la región de Tahar, en el noreste del país.
Fue entonces cuando todo cambió.
Tras los ataques del 11-S, Estados Unidos decidió invadir Afganistán y derrocar al régimen Talibán.
En cuestión de semanas comenzaron los bombardeos sobre el país y la unidad de Lindh se vio forzada a batirse en retirada, caminando a través del desierto hasta Kunnduz, donde se rindieron ante la Alianza del Norte.
Fueron trasladados a la fortaleza de Qala-i-Jangi, en las afueras de Mazar-e Sarif, que estaba controlada por el general Abdul Rashid Dostum, un señor de la guerra afgano.
Allí se produciría una de las batallas más sangrientas de la guerra en Afganistán, que se inició con un alzamiento de los presos talibanes y que concluyó con la muerte de centenares de estos, así como de uno de los agentes de la CIA que estaban asistiendo a la Alianza del Norte en contra del régimen Talibán.
Lindh fue herido en una pierna y se refugió junto a muchos otros sobrevivientes en un sótano.
Según su relato de los hechos, mientras estaban allí las fuerzas de Dostum lanzaron granadas por los conductos de aire y bombearon agua helada para intentar ahogarles. Muchos más prisioneros murieron.
Con heridas de metralla y padeciendo hipotermia, Lindh logró salir a la superficie y el 1 de diciembre de 2001 fue puesto bajo custodia de las fuerzas de EE.UU.
«El talibán americano»
Poco tiempo después la noticia de su detención le daría la vuelta al mundo y empezaría a ser conocido como el «talibán americano».
Sería también entonces cuando, luego de siete meses sin tener noticias de él, sus padres reconocerían su imagen en las noticias.
Lindh fue llevado a Camp Rhino, una base estadounidense ubicada a unos 190 kilómetros al suroeste de Kandahar. Allí, según el relato de su padre, «lo dejaron en un contenedor de metal completamente desnudo durante dos días son sus noches en el desierto de Afganistán» y sin haber dado tratamiento a sus heridas.
Mientras tanto, en Estados Unidos se había elevado lo que su madre, Marilyn Walker, describió como una «marea» indetenible de cobertura negativa en los medios.
El fiscal general John Ashcroft describió a Lindh como «un terrorista entrenado por al Qaeda que conspiró con el Talibán para matar a sus conciudadanos«.
«Esa imagen quedó grabada en las mentes de las personas cuando estaban desconsoladas y en duelo tras el 11-S», le dijo Frank Lindh a la BBC.
En ese contexto, podría parece casi un milagro que Lindh haya podido evitar la cadena perpetua que le anticipaba la formulación de cargos inicial de la Fiscalía.
Pero, al parecer, lo que le favoreció fueron unas imágenes que fueron tomadas tras su detención y que mostraban el trato que recibió de parte de las fuerzas estadounidenses.
Esas fotografías —algunas de las cuales ilustran esta nota— acaban de ver la luz en el recién publicado libro First Casualty: The Untold Story of the CIA Mission to Avenge 9/11, escrito por Toby Harnden, que narra la historia de la primera misión de la CIA en Afganistán tras el 11-S y cómo se produjo la captura de Lindh.
De la cárcel a la libertad condicional
De acuerdo con el relato de Harnden, reseñada por el diario británico Daily Mail, los primeros agentes estadounidenses en Afganistán se referían a Lindh como el «irlandés» pues, aunque este se negaba a hablarles, otro prisionero les había dicho que él decía provenir de ese país.
No habría sido sino hasta después del fallido alzamiento de Qala-i Jangim cuando Lindh le dijo a un médico que era estadounidense.
Tras esa revelación nació el «talibán americano» y Lindh se convirtió en una suerte de trofeo para los agentes estadounidenses.
Así, cuando iban a trasladarlo desde Mazar-e Sarif hasta Camp Rhino, un equipo de agentes estadounidenses decidió colocarle una venda en los ojos —encima de la cual colocaron una cinta adhesiva con la inscripción shithead (imbécil)— y tomarse una foto a su lado.
Esa imagen, junto a muchas otras que supuestamente muestran los malos tratos a los que fue sometido, fue recopilada por los abogados de Lindh antes del juicio y ahora han sido publicadas en el libro de Harnden.
Otras fotografías tomadas en Camp Rhino muestran a Lindh desnudo sobre una camilla con los ojos vendados y esposado.
La defensa de Lindh utilizó ese conjunto de imágenes para alegar que el joven había sufrido malos tratos y para solicitar que se desestimaran las declaraciones que había hecho en los interrogatorios en Camp Rhino por haber sido realizados bajo presión.
De acuerdo con el libro de Harnden, allí Lindh habría confesado al FBI que durante el verano se había enterado en una base de al Qaeda que habían enviado atacantes suicidas a Estados Unidos (los que ejecutaron los atentados del 11-S).
Estos elementos, sin embargo, quedaron de lado cuando Lindh llegó a un acuerdo con la Fiscalía que la obligaba a declararse culpable solamente de dos cargos —que le acarrearían una sentencia de 20 años de cárcel— y a renunciar a iniciar cualquier tipo de denuncia por abusos o malos tratos en contra de los agentes estadounidenses que le tuvieron bajo custodia.
Aunque al momento de ser sentenciado en octubre de 2002, Lindh afirmó que condenaba «el terrorismo en cada nivel, de forma inequívoca» y que se había equivocado al unirse al Talibán, reportes de prensa publicados en los últimos años señalan que aparentemente él seguía abrazando posturas radicales.
Este fue un elemento que causó polémica en 2019, cuando después 17 años en prisión se supo que Lindh recibiría el beneficio de libertad condicional.
A mediados de mayo de 2019, Lindh salió de la cárcel aunque con algunas restricciones como la prohibición de conectarse a internet y la prohibición de viajar.
No se conoce dónde reside actualmente.