“Destino es carácter” afirmó el filósofo presocrático Heráclito. Es un pensamiento que invita al espíritu a vencer las adversidades que la vida, que corre como un río, que fluye sin detenerse, nos depara, más allá de nuestra voluntad.
Nietzsche lo adoptó como suyo. Definir la forma de estar en el mundo y contribuir a transformarlo, en base a la lucha cotidiana, al vencimiento de los obstáculos y los acontecimientos contrarios a lo deseado es lo que a día de hoy llamamos resiliencia.
Frida Kahlo (1907-1954), la gran artista, la feminista, la luchadora por los derechos de las mujeres y de los indígenas mexicanos; la que de niña padeció poliomielitis, perdiendo movilidad en una de sus piernas; la que a los 18 años sufrió un accidente de tránsito en el que un hierro le atravesó la pelvis, luego que un tranvía colisionara con el autobús que la llevaba de la escuela a su casa; la que a consecuencia de ese accidente debió ser operada 30 veces a lo largo de sus 47 años de vida; la que a los 22 años de edad se casa con el gran muralista y dirigente comunista Diego Rivera, quien tenía a la sazón 44 (el matrimonio de una paloma y un elefante, dijeron sus padres); la que pintó buena parte de sus 150 obras mirándose a sí misma y observando el mundo desde un espejo en el techo y un caballete especial que les colocaron sus padres ante la cama, donde debía pasar largos períodos a causa de la inmovilidad por los tratamientos y la recuperación de las cirugías; ella es, en definitiva, un singular ejemplo de resiliencia.
Cuando en julio de 1953 le amputaron su pie derecho tuvo el valor de escribir: “Pies para qué los quiero si tengo alas pa´ volar”. Y cuando ya se despedía de la vida, también escribió en su diario: “Espero alegre la salida -y espero no volver jamás-FRIDA”. Evidencias, pues, de un destino marcado por el carácter de su personalidad.
Para exaltar, como amerita, la trascendencia artística de Frida, cuya internacionalización inició en 1939, la Fundación Casa de México en España, abierta en 2018, inauguró en mayo de 2022, y mantendrá abierta hasta finales de noviembre, la exposición denominada “Frida Kahlo: alas para volar”, que exhibe dibujos, pinturas, réplicas de páginas de su particular diario, videos en que se la ve con Diego Rivera y con su amigo León Trotsky junto a su esposa Natalia Sedova, y una colección de fotografías de la artistas entre las que figuran varias del gran maestro Manuel Álvarez Bravo.
La muestra permite al espectador vivir la fuerza testimonial del lenguaje plástico de la artista, admirada por André Breton, quien la impulsó desde el movimiento surrealista -aunque ella no se plegó a su código estético- y por Marcel Duchamp, así como su migración desde un modelo estético clasicista europeo, en sus primeros trabajos, hasta el desarrollo, por influencia de Diego Rivera y su estilo muralista, de la recuperación e integración de elementos indígenas y populares como eje central de la identidad cultural mexicana, que marcarán toda su obra posterior, centrada en temas como su fracasada lucha por ser madre, el dolor corporal y los trastornos emocionales provocados por sus padecimientos físicos, los problemas de pareja en su vida junto a Diego, el estrecho vínculo entre el cuerpo humano, que exploró científicamente, y la naturaleza. Además, temas de su entorno familiar y amistades, aspectos clave de la herencia prehispánica y la riqueza de los colores, objetos y creencias, como los exvotos de la religiosidad popular, que componen la vastísima esfera cultural de la mexicanidad.
¡Vuela, Frida!