Lady Reyes, editora de Vida y Estilo, periódico El Día.
Analizar los fenómenos que se dan en las redes es tan complejo como son las personas. Sin embargo, como comunicadora que soy, participo y las observo, pues no debemos ir de espalda a estos espacios que han revolucionado la manera de decir y hacer las cosas.
Lo queramos o no, las redes sociales forman parte esencial de la vida moderna y las mismas han dado una gran poder al común de las personas, convirtiéndolas, de una manera u otra, en los contadores de su historia y las historias de otros también.
Ver la dinámica de las redes sociales es ver reflejada a la sociedad misma en ella. Y debo admitir que, muchas veces, ese reflejo causa horror, pánico, vergüenza, desaliento…
Ese reflejo nos deja ver dónde estamos y hacia dónde vamos, y esa proyección no es muy alagüeña que digamos.
En ese cibermundo se mezclan muchas cosas y todas, de una manera u otra, mostramos nuestras fortalezas y debilidades sin filtro; nuestras alegrías y tristezas alegremente; nos enemistamos de conocidos y nos hacemos amigos de desconocidos; contamos las noticias, sean falsas o verdaderas; y replicamos como gallaretas lo que no sabemos o conocemos; las hemos convertido en el diario de nuestras quejas… en fin, el ego se ha desarrollado de una forma tan viral que están matando muchos espíritus.
En conclusión, las redes sociales son el espejismo de nuestros desiertos. De este cuento, el aprendizaje es que, desde que están, ya nada está oculto y las grandezas y bajezas estarán presentes en la medida que las alimentemos en nosotros mismos.
Ellas no son malas en sí, mala es la forma en que decidimos usarlas.
