En nuestra sociedad pululan individuos que tienen un alto complejo de magos, ya que al momento de que una autoridad les llama la atención por violar flagrantemente una ley o por el simple hecho de orientarlos en determinado momento, de inmediato hacen gala de sus «prácticas ilusionistas» y presentan ante los ojos de la autoridad un carnet que les sirve como salvoconducto, o acuden a realizar una llamada a su padrino.
Parecería que en ambas situaciones, tanto el plástico como el padrino, están por encima del principio constitucional que establece que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, dejando por entendido que el que posee dichos artilugios goza de mas libertad.
En algunas ocasiones, no solamente exhiben un carnet, sino, también la persona le describe el árbol genealógico de su familia que casi siempre está ligado a algún padrino que está de acuerdo en apoyar cualquier vagabundería a su pupilo.
La cultura del carnet y del padrino, va ligada a la falta de autoridad imperante en el país.
¿A quién no le gusta estar “pegao”?, ese alguien que te saque de aprietos, pero… ¿A cambio de qué?, a cambio de poder echarle un boche a un policía que cumple con su trabajo, a cambio de poder ensuciar los símbolos patrios, a cambio de vulnerar el derecho a la paz que tiene el vecino, a cambio de cortar la soga por el lado más fino, a cambio de la impunidad al ladrón de cuello blanco, ¿A cambio de eso?
En los países cuyos funcionarios, policías y jueces no “cogen esa”, me refiero al carnet y al padrino, se condena a políticos, artistas, deportistas, funcionarios públicos, empresarios y personalidades de diversas áreas. Estas autoridades no tienen que ver que el infractor posea un carnet de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), o que forme parte de la familia real española.
Para que esta mala práctica desaparezca de nuestra nación solo bastaría que aquellos individuos que están colocados en los puestos de eminencia cumplan decorosamente con su rol, pues esta mala acción lleva a la flexibilidad de penas a unos (culpables) y la dureza de sanciones a otros (inocentes). Esperemos que quienes dirigen el barco en nuestra amada Quisqueya reflexionen al respecto y tomen medidas ejemplares al respecto.