El Año de la Misericordia, nombre con que el papa Francisco ha bautizado al recién iniciado 2016, luce desde temprano con problemas de desacato en numerosas naciones de Europa.
Sin embargo, aquí, en la República Dominicana, las cosas pretenden ser distintas. El Papa ha instruido a los prelados dominicanos para que sean solidarios con la inmigración, no importa si legal o ilegal, en especial con la proveniente de Haití, el vecino país occidental.
Y de modo concreto les ha pedido que ayuden a estos desplazados a integrarse en la sociedad dominicana. Y ya esa petición fue suficiente para que nuestro Episcopado se permitiera sorprender al país con la emisión de una Carta Pastoral en la que pone complaciente énfasis al respecto.
Pero el comportamiento de Europa indica que allí no se está igualmente dispuesto a respetar el espíritu de compasión que el Papa había soñado para el nuevo año pues, según la prensa española, muchos de los principales países del Viejo Mundo han puesto duras y claras condiciones para aceptar en sus dominios a quienes lleguen ilegalmente a éstos.
Suiza, por ejemplo, apegada a un convincente principio de Justicia, opina que “solo quien da recibe”. Y en esa tesitura, despoja a los refugiados de todos los objetos de valor que posean al llegar, además de unos 914 euros (equivalentes aproximadamente a unos RD$45,700), para, de ese modo, aplacar a los nacionales suizos que reclamaren prioridad a recibir ayudas sociales.
La norma suiza establece que el refugiado recuperará sus bienes si abandona el país en un plazo de siete meses; pero si consiguiera trabajo y se quedare en el país perdería todo lo confiscado al llegar y, además, deberá cederle al Estado el 10% de su sueldo durante diez años hasta completar la suma de 14,000 euros (equivalentes a unos RD$700,000).
Alemania, cuya generosidad es famosa, también cobra a los refugiados cuotas, aunque simbólicas, para cubrir gastos y afines; su policía requisa dinero y objetos de los refugiados por encima de 750 y 350 euros dependiendo del Estado de que se trate.
La República Checa, por su parte, no acepta refugiados musulmanes. Y ha dado una ley que permite un internamiento involuntario por el cual el refugiado debe pagar una manutención de nueve euros diarios (unos RD$450 diarios aproximadamente).
En Eslovaquia no hay mezquitas y, sencillamente, no se aceptan musulmanes. En Bulgaria no se aceptan refugiados de ninguna denominación ni nacionalidad; los que penetren allí son devueltos a Turquía tras los consabidos maltratos.
Bélgica se ha comportado de un modo más liberal con los refugiados aunque sin perder de vista sus controles. Suecia, que ha sido tradicionalmente abierta al asilo, ha tenido que enfrentar diversos problemas con la conducta de los refugiados, y esto ha obligado a la Autoridad de Inmigración a anunciar que unos 80,000 refugiados serán deportados próximamente.
En el Reino Unido, a los llegados se les marca con pintura o con pulseras brillantes las cuales deben llevar visibles, obligatoriamente, mientras estén a la espera de la aprobación de su asilo.
Por su parte, Dinamarca aprobó hace unos días una Ley que confisca a los refugiados sus objetos de valor para cubrir con ello sus gastos de estancia en el país; de esa forma ese país espera perder atractivo para los refugiados. Noruega también ha estado endureciendo sus controles; a los refugiados que ingresen por la puerta del Ártico se les devuelve a Rusia, país que ellos consideran seguro.
Esa es la situación del Año de la Misericordia en la católica y muy civilizada Europa. Es de esperarse que los prelados dominicanos se percaten de ello, y que, en vez de hacer como hace nuestro Congreso (que aprueba todo lo que provenga del Ejecutivo, incluso sin leer), se dediquen a estudiar a profundidad, antes de aceptarlas, las propuestas e iniciativas que les lleguen en relación con nuestro país.
El vasallaje religioso es tan pernicioso como cualquier otro. Enrique VIII, aunque vil carnicero, se lo demostró al mundo cuando independizó a su país de cierta peculiar metrópolis. Y es que “nada es tan malo que no tenga algo bueno, ni nada es tan bueno que no tenga algo malo”.
Aquí hay más de un millón de ilegales que tienen muy poco en común con el pueblo dominicano. ¿Habrá estudiado nuestro Episcopado las probables consecuencias del consejo que le diera el Papa argentino? Los dominicanos debemos ser leales y respetuosos frente al Trono de Pedro, pero vasallos jamás.