Resulta increíble, pero es una verdad del tamaño del universo, que en nuestra sociedad se continúen registrando hechos vandálicos sin que se produzca ningún tipo de consecuencia para los ejecutores.
Se podría asegurar, sin temor a equívocos, que esa es la razón por la que muchos sectores e individuos se sienten empujados a seguir cometiendo barbaridades, conscientes de que es muy difícil que les caiga todo el peso de la ley.
El más reciente de casos y cosas que son increíbles en una sociedad mínimamente civilizada ocurrió el fin de semana en la Arena del Cibao, instalación donde se desarrolla el tradicional torneo de baloncesto superior de Santiago.
Tras terminar el último partido de la final, se produjo un ataque salvaje, destructivo y devastador de los camerinos donde celebraban el triunfo los campeones del club Pueblo Nuevo.
No hay ningún elemento que valide una actitud de esa naturaleza, porque un acto de barbarie de esa magnitud bajo ninguna circunstancia tiene explicación.
Si en este caso no hay consecuencias en contra de los jugadores y del club Pueblo Nuevo, entonces estamos todos expuestos a que un grupo de bandoleros y anarquistas destruya cualquier instalación deportiva. No debe se aceptar por ninguna circunstancia.
Las autoridades deben iniciar una investigación cuyos resultados deben estar listos en breve, para determinar responsabilidades y que los culpables respondan ante los tribunales, pagando los daños causados y algo más.
Y es que el país no puede darse el lujo de que un grupo de miserables se crea con derecho a destruir un lugar, como la Arena del Cibao, ni ninguna otra cancha.
Casos como este no se repetirían jamás si la ley hace su trabajo. Eso esperamos.