Nadie ha dicho nunca que es fácil lograr lo que queremos o alcanzar el éxito en lo que hacemos. Sin embargo, pocos pensamos en los sacrificios y obstáculos que hacen los demás para luchar por sus metas y sueños; por lo general, nos centramos en nosotros, atribuyendo a las demás personas toda suerte de ventajas o privilegios.
Y es aquí donde debemos empezar a cambiar nuestras creencias, porque la realidad es que todos podemos triunfar, pero cada uno de nosotros –sin excepción- tenemos que pagar el precio y este implica aprender a tomar decisiones y ser persistentes e insistentes, donde la inteligencia emocional juega un papel esencial para ver más allá de nuestras narices.
Ser capaces de colocar al lado del camino esas creencias y limitantes, las nuestras, no las de los demás, echando fuera de nuestras vidas lo que nos estorba y debilita, es el primer paso a tomar, pero para ello debemos conocernos tanto como podamos y dejar de culpar a otros por lo que vivimos y dejamos de vivir.
Estoy convencida que nuestros pensamientos dirigen nuestro comportamiento y si logramos tener la convicción de que vamos a triunfar, realmente lo lograremos; pero también si creemos que nuestras limitaciones son incorregibles, estamos destinados a fracasar y solo tendremos un resultado: el fracaso.
Tomando todo esto en cuenta, hoy empezaremos a aceptar lo malo que nos pasa, entender que es parte de nuestro aprendizaje y que no somos los únicos que tenemos reveses en la vida… seguro nos caeremos un montón de veces y, para lograr avanzar, un montón de veces nos tendremos que levantar, sacudir el polvo y seguir caminando.
Han sido muchas las veces que he leído que el “precio del éxito se paga por adelantado y al contado” y se paga planificando, organizando, utilizando los recursos en una forma eficiente, rodeándonos de personas que nos enriquezcan y trabajando duro.
Luego de esto, al ir tachando nuestras metas -una a la vez- tomemos un respiro en cada peldaño alcanzado, dándonos la oportunidad de respirar, observar y evaluar nuestro esfuerzo, dando valor a la persistencia. Es bueno luchar y lograr, pero también es bueno disfrutarlo.