En días pasados ojeando el libro “Cambio de ritmo” de Stephan Rechtschaffen, del Grupo Norma, me topé con un párrafo que hubiese jurado que el escritor robó de mis pensamientos y que, al leerlo, aceleró el proceso de introspección en el que estoy sumergida desde hace meses.
Quiero compartirlo con ustedes, pues creo que no soy la única que lo ha pensado o le ha pasado.
“Hay un momento del día en el que miro el reloj y me enfrento a la pregunta: ¿me voy a casa ya y paso un poco más de tiempo con mis hijos antes que se vayan a dormir o termino de hacer lo que tengo pendiente? Es una lucha diaria. A veces genera conflictos y, ciertamente, entra en conflicto mi corazón”.
Por lo general, nosotros resolvemos esto priorizando el trabajo… reconozco que lo he hecho un millón de veces, pues el trabajo es lo que le permite a mi familia suplir sus necesidades básicas y no básicas.
Y en ese remolino nos mantenemos millones de padres pensando que habrá tiempo de ponernos al día en nuestras relaciones familiares, para luego despertar de este sueño y darnos cuenta que el tiempo se nos esfumó de las manos y nuestros hijos ya están demasiado grandes para querer estar con nosotros y crecieron poniendo otras prioridades en sus agendas, en las cuales no estamos porque los acostumbramos desde pequeños a nuestras ausencias.
Es tiempo de replantear nuestras prioridades con respecto a nuestras familias y actuar ahora, no mañana ni dentro de una semana. Mirémonos en el espejo de los demás y cambiemos de ritmo.