Con el retorno de Lula a la Presidencia de Brasil se vislumbra una acentuación en la recomposición económica mundial. Es de esperar que los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que concentran el 40 % de la población mundial, el 20 % del Producto Interior Bruto (PIB) y producen más de un tercio de la producción mundial de cereales, todos ellos considerados economías emergentes, con un gran potencial, que pueden llegar a estar entre las economías dominantes a mediados de siglo, sacarán “pecho” en la lucha por ocupar una posición hegemónica mundial. Todos ellos son ricos en recursos naturales y su producto interno bruto (PIB) ha crecido mucho en los últimos años.
En la medida que el bloque de países que conforman el BRICS tengan aspiraciones globales que, de una forma u otra, compitan por espacios hegemónicos que colidan con los Estados Unidos, en esa medida se tensarán mercados importantes, como es el de los hidrocarburos, materias primas, metales y minerales, que constituyen insumos importantes en los costos de producción de sectores claves en la cadena mundial de suministro.
Sin lugar a dudas, que, con la llegada al poder de Lula, Brasil jugará un papel más activo en los conflictos y arreglos geopolíticos que puedan darse en el marco de una recomposición hacia un nuevo orden económico y político.
El hecho de pertenecer a los países BRICS, cuya cabeza de este está liderado por China y Rusia, con posiciones encontradas con los Estados Unidos, es de esperar que este bloque se fortalezca de cara al presente y futuro.
De seguro que los países BRICS insistirán y tocarán la puerta del poder mundial para reclamar una revisión del actual equilibrio y de las reglas vigentes.
Las posibles tensiones estarán presentes en el “tablero mundial” y alterarán el curso de la economía mundial, haciendo el entorno más volátil e incierto; y las políticas económicas se tornarán menos eficaces en el mediano y largo plazo. Todo indica que se avecina un ciclo de grandes tensiones entre “bloques económicos y políticos”.