Nos pasamos la vida haciendo planes, deseando tal o cual cosa y luchando por lograr nuestros objetivos… y eso no es malo realmente.
Siempre debemos esforzarnos por cumplir nuestros sueños y deseos, siempre y cuando esto no nos haga sentir miserables o fracasados al no lograr lo propuesto, a pesar de los esfuerzos.
Ser flexibles es esencial, mucho más ahora que tenemos que aceptar una realidad que, ni en los sueños más locos, nos podíamos imaginar. Lo que hoy vivimos viene con un precio a pagar a largo plazo, además del que pagamos -día a día- con el cambio de hábitos, las dificultades económicas y el alejamiento de las personas y de las rutinas que nos hacían sentir seguros y felices.
Los intereses que pagaremos luego, tal vez meses o años después, están vinculados a cómo estamos asumiendo y respondiendo a la realidad de este 2020, a cómo nos adaptemos a las nuevas reglas y lo flexibles que podamos ser con la situación y con nosotros mismos.
Aunque pueda sonar descabellado, tenemos que ser flexibles con la situación. Primero porque vino en un paquete de regalo con factura sin derecho a cambio, así que debemos aceptarla y sobrevivir a ella. Segundo, porque tenemos la opción de ver el vaso medio lleno o medio vacío y cada forma de verlo tendrá una reacción en nuestra mente y corazón.
Lo siguiente es ser flexibles con nosotros mismos. Sé que suena más descabellado aún, pero tenemos que entender que somos fuertes, pero que también podemos caer, sentir tristeza, dolor, miedo y hasta pánico.
Todos son sentimientos normales, siempre y cuando podamos reconocerlos como tales y no dejarnos arropar. Recordemos que hay un tiempo perfecto para todo y que cada cambio requiere un proceso de adaptación y aceptación para poder superarlo.