Cada vez más los espectáculos deportivos profesionales procuran reducir el tiempo de sus jornadas, principalmente por mandato de la televisión y la saturación.
Resulta incómodo estar más de dos horas y media sentado en una instalación o pegado a un televisor presenciando un evento, y más cuando los resultados ya se obtienen en vivo a través de los teléfonos inteligentes.
Así, un juego de pelota en liga grande en 2005 duraba un promedio de 2 horas 46 minutos y en 2017 el tiempo aumentó a 3 horas seis minutos.
Es por ello que ahora las conversaciones del dirigente, coach o jugadores con el lanzador no deben pasar de seis, sin incluir las que van a sustituir al pícher.
Justo es decir que la Lidom desde hace unos años ha tratado de reducir el tiempo, pero poco se ha logrado, incluso, se introdujo que el coach de picheo entrara trotando al box, reducción de roster, más dinamismo del arbitraje, etc.
La campaña pasada casi todos los juegos pasaban de tres horas y media y eso debe mejorar notablemente, incluyendo el tiempo de revisión de las jugadas que además de “purificar” el juego tratan de evitar las protestas, pero en un momento se relajaron.
Ah, también hay que revisar el período comercial entre inning e inning para evitar que la orden de play ball tenga que venir de una señal de “Caballito”.