“Hijo de gato caza ratón” es un refrán que siempre mantiene vigencia al paso de los años.
Con él, se quiere significar que los hijos deben heredar la mayoría o una buena parte de las condiciones del progenitor, es decir, que si el padre es pelotero, médico, ingeniero o político, por solo citar cuatro actividades, los hijos deben seguir sus pasos y deben darse “buenos”.
Sin embargo, en los deportes, en muy escasas ocasiones un hijo alcanza o supera el nivel del padre, porque en esa actividad no se triunfa por “herencia”.
Por ejemplo, la República Dominicana ha producido miles de jugadores de béisbol, siendo el segundo país, desde hace años, con mayor cantidad de peloteros establecidos en Grandes Ligas.
Del reducido grupo de hijos de padres beisbolistas que llegaron a las mayores están Moisés Alou, Stanley Javier, Francisco y TJ Peña, Osvaldo Vigil Jr. Gilberto Rondón y Pedro Borbón Jr.
De ellos, solo los de Julián Javier, Felipe Alou y Tony Peña, en especial los dos primeros, fueron estelares, mientras van por muy buen camino los hijos de Raúl Mondesí, Vladimir Guerrero y Fernando Tatis.
Se podría incluir a Robinson Canó, cuyo padre José, solo jugó seis partidos en Grandes Ligas con los Astros de Houston.
La gente no se imagina los esfuerzos y sacrificios que hace una gran cantidad de peloteros y padres de familia dominicanos por guiar a sus hijos en la práctica del béisbol, en la búsqueda de una firma multimillonaria en dólares como principio de una exitosa carrera.
Pero, “cuando no se puede no se puede”, por lo que la casi totalidad de esos jovencitos, después de mucho trabajar, se quedan a medio camino con un sabor amargo de frustración, porque en unos casos también abandonan los estudios y al final, ni una ni otra, viendo como todos los esfuerzos fueron en vano.
Así las cosas, “hijo de gato caza ratón”, solo si se dan las condiciones específicas para ello.