Los recientes conflictos arancelarios, o guerra comercial, y la presencia de la pandemia más feroz que ha conocido la humanidad, han transformado de manera radical las relaciones económicas internacionales expresados en cambios muy significativos como resultado de las transformaciones que se han producido en la economía mundial.
Por igual, están la incorporación de múltiples factores de orden económico y político por lo cual el mundo asiste a un tablero que definirá en el corto plazo un nuevo orden económico y político por necesidad.
En ese contexto es ponderable los criterios del economista y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, Ramón Tamames, quien sostiene que “si queremos comprender el funcionamiento de los mecanismos económicos es preciso conocer sus bases estructurales, empezando por los sistemas económicos y las características más importantes de cada uno de ellos”. Se trata de que la dimensión de las relaciones económicas internacionales no tan solo se trata de trascender las fronteras y el intercambio comercial, sino que implica priorizar la integración económica, el entendimiento político, económico y diplomático.
Bajo ese enfoque se hace necesario poner de relieve que en la actualidad los países están en la obligación de diseñar y ejecutar políticas económicas combinadas con mejoras en los esquemas legales internos y fortalecer al sector productivo local para poder competir en los mercados globales. Y esas son razones poderosas que permiten entender que el rol del Estado en la economía ha de ser mucho más activo, sin perjuicio de las iniciativas privadas, pero las circunstancias ocurridas han demostrado que la desregulación no puede anular la presencia estatal en la dinámica económica y la salud de la misma.
La actual coyuntura económica y geopolítica pone en evidencia que los riesgos globales se han convertido en la principal amenaza por la que transita el planeta, fruto de los crecientes riesgos que enfrenta la economía mundial y que se agudiza por la influencia ascendente que ejerce cada vez más la geopolítica sobre esta. La preocupación que más ocupa la atención tal situación, y que se han dividido en cinco las categorías en que se cuantifican estos riesgos, son los riesgos económicos, geopolíticos, medioambiental, tecnológicos y sociedad.
Para que se tenga una idea más concreta de lo planteado, se puede hacer una segregación de esa situación y en el cual nos encontramos que, en estos riesgos, el económico incluye la crisis fiscal que atraviesa el mundo, los altos niveles de inflación predominantes, el desempleo y la volatilidad de los precios del petróleo. En cuanto al riesgo geopolítico resaltan los conflictos bélicos entre Estados, el fracaso de los gobiernos para recuperar y estabilizar la economía, el terrorismo y la crisis de los Estados, en el caso del riesgo tecnológico se destacan los ataques tecnológicos y la ciberdelincuencia o robos de datos, por igual, para el riesgo medio ambiental la crisis climática y el colapso de los ecosistema y finalmente está el riesgo de la sociedad con la propagación de múltiples virus que producen epidemias traumáticas.
Los mayores riesgos que se atraviesa a escala planetaria son los conflictos globales cuyo origen se explica en lo político y lo económico, por lo que el mundo del siglo XXI está inmerso en una serie de conflictos que amenazan la economía y la paz mundial, donde los negocios son el epicentro. Asistimos y estamos ante la presencia de una brutal aceleración del tempo histórico donde los cambios son tan precipitados e impensables que resulta difícil adecuarnos a ellos y lo mismo ocurre en el mundo de las relaciones económicas y políticas internacionales dominadas por incapaces que entran al túnel del debate con las luces apagadas.