«Sientes como si tu piel fuera un papel de lija muy delgado. Pica, pero no te puedes rascar porque sino se rompe y comienzas a sangrar». La descripción pertenece a Alexandra Allen, una joven estadounidense que sufre urticaria acuagénica o alergia al agua, una enfermedad muy rara que afecta a 50 personas en el mundo. La descubrió cuando era chica, luego de bañarse en una pileta de agua caliente, durante unas vacaciones familiares.
Tras zambullirse en el agua, aparecieron ronchas en su piel, dolores en las articulaciones e incapacidad para respirar. Fue entonces cuando acudió al médico. No obtuvo respuesta: los análisis médicos la encontraban saludable. Al final, fue ella quien descubrió su padecimiento. Un artículo sobre urticaria acuagénica publicado en un sitio de Internet le dio certezas. Después de hacerle unas pruebas, una dermatólogo sumó la confirmación: el origen de sus problemas estaba en el agua.
La urticaria acuagénica (UA) es una forma poco frecuente de la que existen casos escasos en el mundo. Fue reportada por primera vez en 1964. En la actualidad, para testearla, se coloca una compresa de agua de 35°C sobre la piel por 30 minutos. El análisis determina la aparición de una roncha y, por ende, el diagnóstico del padecimiento. A pesar de los avances científicos, aún no se conocen en forma completa los mecanismos que la accionan. Algunos especialistas la atribuyen a una toxina producida por las glándulas sudoríparas al contacto con el H2O. Otros, sin embargo, creen que se debe a una sensibilidad extrema de la piel a algunos aditivos del agua, como el cloro.
Las consecuencias de la alergia en Allen son graves. Sólo tiene permitidas tres duchas cortas y con agua fría por semana. Además, siempre debe permanecer en lugares refrigerados, dado que el mal no aparece solo por mojarse. Hasta su propia transpiración es peligrosa y puede causarle un cuadro clínico.
«Es como si hubieras estado sumergido en un tanque de ácido, no por mucho tiempo, pero lo suficiente para arrancarte una capa de piel», dice. Su panorama no es optimista: la enfermedad no tiene cura y es degenerativa, por lo que al contacto con el agua sus reacciones serán cada vez más fuertes.
Fuente; MSM Salud