El subsidio a los fósiles es una política muy absurda

El subsidio a los fósiles es una política muy absurda

El subsidio a los fósiles es una política muy absurda

Nueva York.-Muchas cosas se han vuelto más difíciles conforme el mundo se instala en un período prolongado de precios bajos del petróleo y crecimiento lento –desde evitar la deflación a crear empleo-.

Una cosa se ha vuelto más fácil, así como más urgente: eliminar los subsidios a los combustibles fósiles.

Los gobiernos hablan desde hace mucho de la boca para afuera sobre esta idea. El G-20 promete que eliminará gradualmente los subsidios a los combustibles desde 2009, pero estos siguen siendo generalizados y resistentes.

Los países, de los Estados Unidos al Reino Unido y Rusia, continúan gastando miles de millones de dólares en exenciones impositivas y otros subsidios a la producción de petróleo, gas y carbón. Japón, Corea del Sur y China financian gigantescos proyectos de combustibles fósiles fuera de sus fronteras.

Desde hace años, muchos países –incluidos algunos de los productores de energía más grandes del mundo- también han utilizado los subsidios para bajar los precios de la gasolina y el diésel, supuestamente para ayudar a los pobres.

Las sumas invertidas son enormes. La Agencia Internacional de la Energía calcula que los países gastaron US$493,000 millones en subsidios al consumo de combustibles fósiles en 2014.

El Instituto de Desarrollo Extranjero del Reino Unido indica que ese año los países del G-20 por sí solos destinaron US$450,000 millones adicionales a dar apoyo a los productores.

Estos desembolsos ridículos serían un derroche desde el punto de vista económico aun cuando no dañaran además el medioambiente.

Favorecen la corrupción, desalientan el uso eficiente de la energía y promueven industrias que requieren inversiones innecesariamente grandes en bienes de capital. Sostienen a productores de combustibles fósiles inviables, demoran la innovación e impulsan a los países a construir gasoductos, oleoductos y centrales eléctricas a carbón antieconómicos.

Lo más importante es que, para que los gobiernos tengan alguna esperanza de poder cumplir con sus ambiciosas metas climáticas, tienen que dejar de pagarle a la gente para que use y produzca combustibles fósiles.

En este momento, las condiciones para hacerlo no podrían ser mejores. Si bien el petróleo está barato, los gobiernos pueden reducir los subsidios a la demanda sin perjudicar demasiado a los consumidores.

Y la posibilidad de que a largo plazo se desacelere el crecimiento por las presiones demográficas y una tambaleante innovación hace que sea aún más vital usar los recursos de manera eficiente.



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