No hizo caso a las señales y hoy la realidad le da en la cara, Hugo Beras Goico, de buen porte, de buena familia, decente, prudente y hasta tuvo un programa de radio donde hablaba de automóviles; el Ministerio Público lo acusa como el “coautor y principal facilitador de la corrupción en el manejo de la red semafórica y el sistema de videovigilancia”.
Fue el director de Contrataciones Públicas, Carlos Pimentel, quien realizó múltiples comunicaciones de advertencias al Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant) sobre la licitación del contrato que buscaba mejorar el centro de control de tráfico y la red semafórica del Gran Santo Domingo, pero nunca recibió respuesta.
Si nos remontamos al origen de las señales de tránsito, las primeras señales fueron empleadas durante el Imperio romano. Los romanos las utilizaban como código para orientar a los transeúntes.
Se usaban letreros de piedra para ofrecer informaciones como dónde terminaba una vía, su nombre y distancia entre un destino u otro.
Con Hugo, los llamados fueron ignorados, no se detuvo; no vio el origen del contrato o lo pasó por alto, dando esto al traste de la desorientación en el tránsito de su función al frente de una entidad pública, no se informó dónde termina y donde comunica una vía entre la ética y la corrupción de la cual lo acusa el Ministerio Público.
La evidencia en este y otros casos es de una conducta desde el Estado del interés particular y no el social, Hugo, igual que las señales de tránsito debió ver el peligro, la precaución, el túnel y la curva de un contrato amañado sin señales claras que lo conducían a la ruta en la que se encuentra hoy.
Lo fundamental era la prevención y Hugo no cedió el paso, y como el merengue aquel del maestro Wilfrido Vargas: «El semáforo te mandó a parar y tú quieres que yo siga».
Respetar las señales desde la conducción de las entidades públicas siempre ha sido una vieja aspiración de los dominicanos, mientras tanto Hugo tendrá que explicar uno por uno los colores del semáforo.