Se dice que la necesidad suele ser la madre de la invención. Para Jonathan Rothberg, fue la frustración de sentarse en salas de espera de hospitales lo que le hizo convertirse en padre de una nueva idea.
Una de sus hijas sufre de esclerosis tuberosa, un trastorno genético poco frecuente que le ocasiona quistes en los riñones, para cuyo tratamiento necesita hacerse varios ultrasonidos.
Pero las ecografías le quitaban mucho tiempo y hacían que tuviera que estar yendo y viniendo al hospital. Era agotador.
Rothberg estaba convencido de que existía una forma más fácil de lidiar con la enfermedad. Así que se puso manos a la obra y terminó por crear un sistema para hacer los ultrasonidos con el celular.
El estadounidense ya tenía todo un camino recorrido en innovación: fue él quien inventó el primer secuenciador de ADN de alta velocidad, un dispositivo que permite leer nuestros el genoma humano usando tecnología digital, y que permitió a muchas personas poder acceder a sus propios códigos genéticos.
Fue a finales del año 2010.
Esta vez, Rothberg sabía que la tecnología podría ofrecer una manera más económica y sencilla de hacerse ecografías.
En apenas unos años, el científico y empresario -ingeniero químico de formación y fundador de varias startups de medicina tecnológica- produjo un nuevo sistema, al que ha llamado Butterfly IQ.
Se trata de un aparato que cabe en el bolsillo de una bata de laboratorio y que se conecta a un iPhone para funcionar.
Utiliza miles de sensores diminutos, cada uno de los cuales es más pequeño que un cabello humano. Estos sensores van colocados sobre un chip informático.
Su funcionamiento es similar a la técnica que usan los murciélagos para localizar objetos. El aparato construye la imagen de un cuerpo humano desde dentro hacia afuera y verifica el crecimiento de un feto dentro de un útero, el tamaño del hígado o el de un tumor.
«Democratizar» la salud
Rothberg le dijo a la BBC que su objetivo es «democratizar» la salud. Su plan, asegura, es poner la diagnosis en manos de la gente.
El sistema que ha creado no solo está pensado para hospitales y grandes centros médicos, sino para el ciudadano. Su precio es de US$2.000 (se compra por internet y se puede pagar a plazos).
«Nuestra visión no era la de empoderar a los profesionales de la salud», dice Rothberg. «Queríamos que cualquier persona pudiera tener la oportunidad de usar una ventana para acceder al cuerpo humano«.
Si los termómetros comenzaron como dispositivos médicos y ahora están en casas de todo el mundo, argumenta el empresario, ¿por qué no puede ser lo mismo con el ecógrafo?
De la misma manera que las computadoras centrales gigantes de las décadas de 1950 y 60 fueron suplantadas por los smartphones, innovaciones como esta prometen transformar la industria de la salud, implementando servicios que solían preservarse a hospitales y especialistas y que ahora pueden usar médicos no especializados e incluso pacientes.
Los avances en inteligencia artificial, diagnosis y almacenaje de datos electrónicos están impulsando un cambio en la industria de la salud y en forma en que accedemos a ella.
¿Terminará la tecnología digital por convertirnos a todos en médicos caseros, capaces de hacer nuestros propios diagnósticos?