Huyo de encasillarme en grupos, logias, gremios, asociaciones, en tendencias de pensamientos o convicciones en donde prevalece la mirada tubular de los fenómenos, con sujetos que se creen elegidos, impolutos, los mejores del globo terráqueo, las referencias y el centro del universo.
Generalmente amargados, llenos de complejos, arrastrando los fantasmas de su niñez convulsa y sin afectos, su papel es la toxicidad, inocular veneno y destruir, ejercicio que asumen como bálsamo para el dolor que genera su profunda soledad.
Con una autoestima muy baja y sabedores de sus disminuidas capacidades para brillar a partir del talento, se refugian en la creación de dinero a mansalva, a cualquier precio. Acumulan activos materiales hipotecando la dignidad y se granjean relaciones con “gente importante” para legitimarse intentando tapar el profundo agujero que llevan en el alma.
De repente se creen parte de una casta y apelan a una genealogía ficcional para darse un abolengo que no tienen, una nobleza que no les pertenece y entrar a “círculos sociales exclusivos” en los que parecen parches mal pegados.
Son el centro de conversaciones burlescas en las alcobas de aquellos “enllaves,” en realidad sus verdugos, que les inflan el ego en público y por la espalda los destrozan con palabras severas.
Pontifican, ofrecen diariamente lecciones de moral, son rectores de la ética y no ocultan su bipolaridad, sus dos personalidades antagónicas, que luchan contra sí mismas y se autoflagelan.
Prefiero ser lobo estepario que corifeo de aquellos que se asocian, cual verdaderos malhechores, para desconocer méritos, sufrir el éxito ajeno, hacer catarsis ante el triunfo del otro, conspirar para verlo caer y celebrarlo con esa vocación tan perversa y retaliadora que se resume en “esperarte en la bajadita”.
Para estos elementos apandillados contra el bien, el breve paso por la vida es un proceso de chatarrización.
Se levantan cada día para deconstruirse, reafirmarse como enemigos de la diversidad y la tolerancia, trabajar para su propio olvido y descartar toda posibilidad de dejar una huella memorable .