El reto, las culpas y la justicia

El reto, las culpas y la justicia

El reto, las culpas y la justicia

Roberto Marcallé Abreu

Estos son días complicados en los que tanto aflora en nuestro rostro una sonrisa como un gesto de hondo pesar. Uno camina por esas calles en las que a veces nos golpea una brisa cálida y observa el rostro de las personas. Nuestras reacciones son raras y contradictorias.

Como se enuncia en el Eclesiastés, hay tiempo y tiempos. ¿Qué tiempos son estos? ¿Los de llorar? ¿O lamentarnos? Personas admiradas o amadas se transmutan en ceniza que el viento dispersa. No los volveremos a ver. El ámbito se desborda de nostalgia, tristeza, dolor. Un recuerdo, un rostro, que ahora se deshace para siempre. Un sufrimiento sordo que intoxica los sueños.

¿Cómo hacer la contabilidad de esos sentimientos que nos tocan las manos, el corazón? ¿Cuántas personas como nosotros agonizan en este instante? Miles y miles. ¿Quién no sabe de su terrible e innombrable sufrimiento?

Cerramos los ojos y pensamos que a pesar de estas emociones oscuras, la justicia existe. Observamos rostros que ayer eran prepotentes y altaneros y hoy lucen poseídos por el miedo. Son gente mala y perversa, que en un ejercicio público execrable dañaron gravemente las reservas espirituales y materiales de millones de dominicanos. Y siguen. Solo que es poco lo que les queda.

Este malogrado ejercicio peledeísta de ocho años interminables que concluye este 16 ¿es equiparable a un desastre devastador de proporciones monstruosas? Las ruinas afloran por todas partes. ¿Imaginamos, acaso, el esfuerzo necesario para alcanzar esa distante normalidad con la que todos soñamos?

Cierto, nadie abriga ni debe abrigar sentimientos de venganza, pero sí, la hora de las culpas y de la justicia ha llegado. Como la hora de la recuperación. Es el anhelo generalizado, el imperativo de un pueblo y un país que anhelan con ansiedad asumir un camino de paz, estabilidad, institucionalidad, progreso. Y que estas maldades incalificables queden sepultadas para siempre.

La mañana asoma en el horizonte. Es preciso hacer la minuciosa auditoría de este desastre previo e inhumano que tiene fecha de término, pero cuyos efectos devastadores se dejarán sentir por largo tiempo. Dar el ejemplo es imprescindible.

Nexcy de León, poeta y comunicadora, nos ilustra sobre la conducta inhumana y desaforada de empresas y funcionarios “responsables” de proporcionar los servicios para enfrentar la catástrofe sanitaria que padecemos.

“Se comportaron” nos dice, “como entes de mercado”. Para estas y estos “nada ha sido más importante que obtener el mayor beneficio financiero de esta calamidad debido al creciente temor de la gente a morir”.

Es preciso pensar en esta debacle sanitaria, en la crisis económica, en la reconstrucción del Estado y deshacer miles y miles de escondrijos y subterfugios institucionales donde subyace la corrupción más desaforada y silenciosa. ¿Cómo enfrentar, si no es con el castigo y el ejemplo, esta cultura de la inmoralidad, de la corrupción sistémica, del irrespeto a la ley y las correctas costumbres, de los negocios turbios, de la búsqueda de ventajas espurias?

Las autoridades electas tienen frente a si un reto mayúsculo, además de la pandemia. La deuda externa, la captación de recursos, la parálisis de la economía, la reconstrucción nacional. Unas 52 mil empresas han solicitado una medida de suspensión que afecta a un millón 367 mil trabajadores.

Dilenni Bonilla, nos recuerda que cerca de 500 mil trabajadores serán despedidos de aproximadamente unas 7 mil empresas pequeñas y medianas. Ya miles y miles de empleados han sido cesanteados. Comercio, turismo, industria, exportaciones, agricultura, están en bancarrota. La devaluación de la moneda es catastrófica.

La Unión de Pequeños Industriales de la Harina y la Unión de Suplidores de Alimento Escolares, reclaman el pago de más de cinco mil millones de pesos “por concepto de facturas atrasadas por el desayuno y el almuerzo escolar”. El dinero que adeuda el Estado a empresas e instituciones alcanza niveles aterradores.