En esta fotografía del 28 de marzo de 2018, el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se encuentra de pie entre sus partidarios durante el último mitin de su gira de campaña de una semana por el sur de Brasil, en Curitiba, estado Paraná. Lula da Silva continúa siendo el favorito para ganar las elecciones de octubre con una intención de voto de 37%, según la última encuesta de Datafolha. Y el PT ha multiplicado el apoyo incondicional a su figura histórica. Trasladó simbólicamente su sede de Sao Paulo a Curitiba (sur), donde el exmandatario está preso desde el 7 de abril.
BRASILIA, Brasil.-Lula está preso, pero el Partido de los Trabajadores (PT) mantiene su candidatura a la presidencia de Brasil contra viento y marea, una estrategia de alto riesgo que evidencia su falta de opciones reales. Si ese asunto es debatido al interior del mayor partido de izquierda de América Latina, solo se sabe puertas adentro.
De momento, Luiz Inácio Lula da Silva continúa siendo el favorito para ganar las elecciones de octubre con una intención de voto de 37%, según la última encuesta de Datafolha. Y el PT ha multiplicado el apoyo incondicional a su figura histórica. Trasladó simbólicamente su sede de Sao Paulo a Curitiba (sur), donde el exmandatario está preso desde el 7 de abril, y todos sus diputados agregaron «Lula» a sus nombres parlamentarios para que aparezca en los paneles del hemiciclo.
«No tenemos plan B», reconoció esta semana la expresidenta Dilma Rousseff, asegurando que se «luchará en todas las instancias jurídicas para que Lula sea candidato». El sociólogo Alberto Almeida, del Instituto Análise de Sao Paulo anticipa una precampaña muy inusual.
«El partido tiene tres meses hasta el inicio de la campaña oficial para intentar sacar a Lula de la cárcel, usando caravanas, visitas y mensajes del expresidente desde la prisión. Ese será el objetivo», dijo.
A pesar de la posibilidad real de que Lula sea invalidado como candidato, «es muy difícil para el partido no capitalizar a un líder que fue su norte durante los últimos 20 años», estimó Debora Messenberg, socióloga y politóloga de la Universidad de Brasilia.
Lincoln Secco, historiador de la Universidad de Sao Paulo y autor de «Historia del Partido de los Trabajadores en Brasil», añade: «Lula y el PT son inseparables».
«El partido tiene una estrategia correcta: mantener la candidatura de Lula, a pesar de estar detenido. ¿Cómo podría no considerar a Lula como un preso político?», se pregunta Secco. «No tuvo un proceso justo».
«Rehén»
El PT se abroqueló alrededor del encarcelamiento de Lula, que dejó el poder en 2010 con una popularidad del 87% tras ocho años de gobierno. Y también muchos enemigos.
«En cierta forma, el PT es un rehén de Lula», opinó el cientista político Paulo Moura. «La movilización alrededor de Lula es mucho más una estrategia para mantener a su tropa activa y sobrevivir», dijo. «Sin una perspectiva de Lula como candidato, la base del PT se disgrega.
Es un callejón sin salida porque Lula no podrá hacer campaña preso». A sus 72 años, el exlíder sindical sigue siendo la figura excluyente de la izquierda y lejos de bendecir un sucesor, se cuidó de no sugerir herederos.
En su último discurso en libertad, «no mencionó ningún candidato petista», pero «señaló a Manuela D’Avila (PCdoB, Partido Comunista) y a ¡Guilherme¿ Boulos (PSOL, izquierda) como los candidatos del futuro», recordó Secco.
«Así, mantuvo el partido unido en torno a su defensa, mientras fortalecía la solidaridad de la izquierda», completó. Pese a su derrota en las municipales de 2016, tras la destitución de Rousseff, el partido cofundado por Lula aún tiene peso.
Gobierna seis estados, incluyendo Bahía y Minas Gerais, y cuenta con 2,2 millones de afiliados. Sin embargo, perdió gran parte de su lustre con el escándalo de compra de votos del «mensalao» (2005) y con las acusaciones de la «Operación Lava Jato» (2014), que reveló una red de sobornos a varios partidos, y que según la justicia, fue liderado en gran parte por el PT.
Su bastión es el empobrecido nordeste y su electorado incluye a millones de brasileños que salieron de la pobreza durante los dos gobiernos de Lula, y a un nutrido grupo de intelectuales.
Un nombre
«No hay ningún partido de izquierda que tenga la fuerza electoral del PT, ni el tamaño de su bancada», subraya la socióloga Messenberg.
Con 60 diputados deja atrás incluso a los 56 del MDB del presidente Michel Temer. Pero al igual que la mayoría de los analistas, Messenberg no cree que Lula sea candidato.
«Van a tener que sacar algún otro nombre de la galera de acá a octubre». El exalcalde de Sao Paulo Fernando Haddad no es unánime y la eventual postulación del exministro Jaques Wagner se nubló con acusaciones de corrupción.
¿Y qué ocurrirá cuando la justicia declare a Lula inelegible por tener una condena confirmada en segunda instancia como establece la ley brasileña?
«Ahí el PT tendrá un problema, que es la transferencia de votos de Lula para otro postulante del PT. Nada indica que eso vaya a funcionar», dijo Secco. Paulo Moura es aún más pesimista: «El PT está entrando en decadencia».