Nadie en su sano juicio consideraría el tema del sexo como algo irrelevante. Todos existimos porque nuestros padres tuvieron sexo. Excepción de los pocos nacidos por inseminación artificial. Y nuestros padres existieron por el mismo motivo y así hasta el origen de la especie humana hace un cuarto de millón de años. Todos aprendimos algo del sexo cuando nuestras hormonas comenzaron a fluir por nuestro torrente sanguíneo y nuestros cuerpos cambiaron en el paso de la niñez a la pubertad. Si hubiese sido necesario ser educados en el sexo de manera formal, como lo es en las matemáticas o las ciencias, ya nuestra especie se hubiese extinguido hace siglos. Y Dios nos libre imaginar a muchos de nuestros maestros y maestras enseñando esa disciplina.
Introducir la educación sexual en las escuelas como complemento a lo que todos aprenden por diversas vías no es mala idea, más no nos engañemos, será tan efectiva como la moral y cívica que aprendieron muchos adultos que hoy roban el erario público o tienen queridas con cara de hombres serios.
¿Qué es lo importante? Las miles y miles de niñas y adolescentes pobres que en nuestro país viven en riesgo permanente de ser violadas por sus padres, hermanos, tíos, padrinos, maestros y todo varón que tenga acceso a estar a solas con ellas. Niñas y adolescentes que son violentamente tomadas por varones adultos y que luego de preñarlas las inducen a abortar o a tener su hijo y seguir en el cieno de la miseria.
Pero ellas son pobres, y por lo visto a nadie les importa su seguridad o bienestar. Somos una sociedad enferma, depravada, carente de la más elemental misericordia por los más pequeños y pobres. Llamar a nuestra sociedad cristiana es una mentira colosal.
El problema no es la educación sexual, es el machismo, la violencia de los varones adultos contra los niños y niñas, contra las mujeres. La violencia de las clases medias y altas contra los pobres. La violencia de los políticos contra el pueblo que esquilma y hunde en la miseria. Y si vamos a educar sobre sexo, ternura y cuidado, comencemos por los potenciales violadores y abusadores, con los padres y maestros que acosan y abusan de sus hijas y estudiantes.
Es un problema real los salarios de miseria que impiden formar familias estables y con lo necesario para su sostenimiento. Es un problema real la televisión y la radio que difunde mensajes vejatorios contra las mujeres. Somos una sociedad diseñada para el mal y el maltrato, para justificar la explotación y marginar a la mayoría, para cultivar el racismo, la xenofobia, la misoginia, la aporofobia y el abuso físico contra los niños y niñas. El problema no es el sexo, es que las niñas y niños, jóvenes y mujeres no son consideradas como seres humanos por la mayoría de los hombres de nuestro país. ¡Y encima de eso niegan que ese sea el problema!