Después de todo, la gente empieza a sugerir una alianza del movimiento verde que está destinada a ocuparse del césped del Palacio Nacional, como consecuencia de que fuera del país nos tienen signado de país muy corrupto.
Primero, la forma en que hemos ocultado nuestra pobreza, a causa de este mismo fenómeno de la corrupción; luego, el mal ejemplo que dimos y continuamos dando al mundo en el caso Odebrecht; el furor con que aumenta esta marcha en contra de la corrupción y la impunidad es auténticamente “una explosión de libertad”, un efecto directo de que la lucha se ha vuelto en contra de un sistema político que empieza a hundirse.
Han dicho de nosotros que somos “dos países sin fronteras”, merecido por el mal manejo que hemos tenido para con nuestra política de inmigración haitiana.
Pero la consigna sigue siendo la misma: “las instituciones del Estado son irremplazables”, será una de las primeras contraseñas que deberá endilgárseles a los perpetradores de la corrupción, pues, ¿cómo se puede ser país sin instituciones?
La Marcha Verde se erige como el nuevo realismo político que puede ofrecernos a este presidente verde. Y es todo lo que haría falta para terminar este otoño gris, de la peor sequía política de nuestra historia: que ha sido generada esta nueva especie de infames.
El signo distintivo de la corrupción lo expresaremos diciendo que el soborno está muy generalizado. No se puede ganar una sola licitación sin sobornar a alguien; o alcanzar una función en el tren gubernamental sin cabildear la posición de manera corrupta; se puede evitar la sanción, pero a cambio tendrás que darle algo a cambio a un corrupto.
Debido a que la corrupción controla la Justicia (por aquello de que ella puede controlar el problema si este es de 10 % de un total de 100 %, y en cambio con un 90 %, es imposible), la herramienta adecuada es la participación ciudadana.
Y ¿por qué? Porque no existe un componente externo que pueda desde afuera controlar la corrupción interna de nuestro país.
En ese sentido, la Marcha Verde intenta obligar a la gente a que se involucre en los actos de corrupción, que opinen o que expresen su oposición para de esta manera servir a la cosa pública. El aumento cada vez mayor de sus voces nos dice que ciertamente está dando resultados positivos este convencimiento y que sí vale la pena combatir la corrupción.
Los reclamos se pueden sintetizar en la fórmula elemental que indica que si hay corrupción, esta depende únicamente de la gestión pública, razón por la cual todos esperamos del gobierno depurar los medios por los cuales se estarían filtrando los actos de corrupción.
Como dije al principio, se está incubando un nuevo líder de la política, este Presidente verde será un mandatario puesto ahí para cambiar el estado de situaciones creada por la corrupción: una heredad de la Marcha Verde.