Esta semana pasada la real academia sueca de las ciencias otorgó el Premio Nobel de Ciencias Económicas a los economistas Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson por sus diferentes estudios y publicaciones sobre como las instituciones se desarrollan y son determinantes en la prosperidad de una nación, así como la desigualdad entre otras. Según el comité que evalúa los candidatos para este premio, los galardonados utilizaron tanto la teoría como los datos para explicar mejor la desigualdad entre países.
Mi fascinación con estos premios se remonta a mis años post universitarios, revelado en mi publicación Economistas Contemporáneos en el 1981 bajo los auspicios del Fondo para el Avance de las Ciencias Sociales de nuestro país.
En la ocasión se presentó un breve perfil biográfico, así como del impacto de sus estudios, de los economistas Von Hayek, Thurow, Friedman, Leontief y Galbraith, entre otros, todos influyentes en mis creencias económicas.
Volviendo al premio Nobel recién otorgado, Jakob Svensson, presidente del Comité del Premio de Economía, afirmó: “Los galardonados han demostrado que uno de los mayores retos de nuestro tiempo es la importancia de las instituciones sociales para lograr reducir las enormes diferencias de ingresos entre países”.
Afirman que las diferencias entre instituciones es una consecuencia de la calidad de estas. Cuanto mejores son las instituciones, mayor es la prosperidad y mayores son las posibilidades de desarrollo económico.
Y la calidad es determinada principalmente entre las que se basan en el respeto al estado de derecho, y que suelen estar asociadas a sociedades democráticas y en donde las élites permiten su desarrollo armonioso para beneficio de todos.
Por el contrario, la otra categoría se caracteriza por el irrespeto a la seguridad jurídica y donde las élites persiguen beneficios para su propio provecho.
Estas lecciones son fundamentales para la clase política y no política del país.
Las recientes propuestas de reformas laboral y fiscal evidencian la necesidad de un mayor respeto institucional, en armonía y diálogo, y una defensa menos agresiva de los objetivos grupales, llamase la permanecía en el poder o el lucro desmedido.