Se van a cumplir mañana cincuenta y siete años de la insurrección guerrillera encabezada por Manolo Tavárez Justo en 1963.
Aquella acción armada, que buscaba la vuelta a la constitucionalidad malograda por el golpe militar del 25 de septiembre del mismo año, culminó el 21 de diciembre con la muerte a mansalva de Manolo y cerca de 30 de sus compañeros de armas.
Hoy es imposible medir el significado de ese golpe para el movimiento revolucionario, y como esa caída conmovió a todo el campo popular y democrático en medio de la batalla que libraba contra la dictadura militar que había suplantado con la fuerza bruta al gobierno legítimo del profesor Juan Bosch.
Manolo y sus compañeros muertos, los sobrevivientes, unos en las cárceles del régimen, y otros sufrían los azares del destierro. Las libertades y derechos suprimidos. Entonces pareció que la dictadura militar se volvía inconmovible. Pero la perseverancia marcó la diferencia.
Con su ejemplo heroico y su fecundo sacrificio, Manolo marcó la senda por la cual debía transitar el movimiento en la lucha por el derrocamiento del gobierno golpista y la vuelta a la constitucionalidad.
Ese ejemplo encontró eco en los que perseveraron en la lucha, echó raíces en el pueblo y en un sector de los cuerpos armados, y con el estallido iniciado en los cuartales el 24 de abril de 1965, derrocaron el gobierno títere de los militares golpistas, tomaron el Palacio Nacional y proclamaron restablecido el orden legítimo. La invasión de las tropas norteamericanas el 28 de abril impidió el triunfo total del movimiento y torció la historia, pero si algo quedó claro era que Manolo y sus compañeros se habían adelantado y señalado el horizonte.
Han pasado los años y la revolución por la que lucharon Manolo y su generación sigue pendiente. Estos son tiempos de dificultades, parecidos a los que siguieron a la muerte del gran líder en su época.
Sin embargo, el ejemplo y los ideales de Manolo están vigentes, y así como marcaron el horizonte en aquel tiempo, hoy siguen señalando el norte y la ruta para alcanzar lo que falta por hacer.
Hoy también la perseverancia debe marcar la diferencia. Dios premia la constancia, dijo el prócer de Venezuela y toda América don Francisco de Miranda. Perseveremos nosotros y de seguro que la historia y el Dios del pueblo nos otorgarán el más precioso de los premios.