Desde muchos años vengo leyendo y escuchando múltiples voces cívicas, políticas y empresariales, cantar el potencial y bondades del turismo del área denominada Pedernales.
Recuerdo las gestiones de los Díaz, Lagares, Cury y muchas otras familias dirigir loores y encomios hacia el potencial que aguardaba a esa zona del sur del país entre Barahona y Cabo Rojo.
El primer gran esfuerzo lo representó la construcción del aeropuerto María Montez, el cual se convirtió en elefante blanco al no verse acompañado de otras obras de infraestructura que propiciaran un desarrollo de su potencial.
Desde que se levantó el mismo, han sido demasiados los anuncios de planes de desarrollo que hasta la fecha se han quedado en el tintero de las promesas.
Con la celebración de la feria turística Fitur en Madrid, el tema de Pedernales y sus playas han vuelto a convertirse en esperanza de desarrollo de la zona.
Se anuncia el interés de múltiples inversionistas de invertir sumas multimillonarias para crear una zona turística de gran potencial.
Pero, para que esto ocurra, primero se requiere la ejecución de un amplio y costoso plan de infraestructuras públicas que faciliten el cumplimiento de dicho interés.
Comenzando por las facilidades de transporte y traslado, modernizando las instalaciones aeroportuarias y sobre todo la construcción de una vía expedita de traslado de turistas que bien pudiera ser una autovía que cruce la sierra de Bahoruco, complementada con un bulevar turístico a todo lo largo de la costa entre los ejes de Barahona y Pedernales.
Adicionalmente, se necesita levantar la infraestructura capaz de proveer suficiente agua potable en cantidad y calidad para soportar miles de habitaciones hoteleras, así como para la disposición de sus aguas negras.
Lo anterior se complementa con un fortalecimiento de la capacidad de transmisión y subestaciones que suministren la energía eléctrica requerida.
Ciertamente, Pedernales tiene el potencial para que empresarios nacionales e internacionales inviertan enormes cantidades de recursos, pero si antes no se garantizan las infraestructuras requeridas, podríamos vernos nueva vez frente a buenas intenciones fallidas.