Lo ocurrido recientemente, donde un agente de Digesett casi fue atropellado, es un caso más de una larga lista de irrespetos a la autoridad.
Esa persona luego de ser detenida por transitar sin placa, se resistió a ser fiscalizado por la autoridad y aceleró su vehículo dispuesto a pasarle por encima al agente. Un claro gesto de prepotencia y conducta antisocial.
Hemos visto muchos casos donde a la autoridad se le insulta y hasta se le agrede impunemente.
Es cierto que hay muchos delincuentes en las filas de los cuerpos del orden (mi familia ha vivido eso en carne propia), y que muchos agentes abusan y se lucran de su poder. Pero eso no da derecho para irrespetar a las instituciones que garantizan la tranquilidad.
Con sus virtudes y defectos, los policías y militares son la primera línea de defensa de la ley y el orden. Y esa ley y ese orden es nuestra garantía de paz y convivencia. Es por eso que cuando alguien promueve el irrespeto a la autoridad pone en peligro a toda la sociedad.
Una cosa es resistirse a las arbitrariedades, y otra cosa es resistirse a cumplir la ley. Una cosa es tener la valentía de enfrentar el poder, y otra cosa es ser un cobarde que usa su nivel económico y sus relaciones para hacer lo que le da la gana.
Así como repudiamos la conducta criminal de los policías que asesinaron a la pareja en Villa Altagracia y a los que cobran peajes en puntos de droga, también debemos repudiar el irrespeto a la autoridad.
Sin autoridad no hay ley, y sin ley no hay derechos.