El poder de la Palabra

El poder de la Palabra

El poder de la Palabra

Altagracia Suriel

En un mundo lleno palabrerías, de palabras huecas, de saturación de mensajes vacíos o cargados de frivolidad o maldad, meditar en la Palabra de Dios se convierte en un oasis en el desierto y en un faro de luz en medio de la oscuridad.

El sostén de un buen cristiano es la Palabra de Dios. Un mensaje que tiene un poder transformador, que es guía, dicha y deleite, bendición y eternidad.

Guía:
La Palabra orienta el camino de la vida. Todas las dimensiones de la existencia humana tienen abordaje en las Escrituras. Su vasta sabiduría no se reduce a visión limitada por tiempo o espacio sino que es la Voluntad de Dios para el hombre y la mujer como centro de su creación.

En la Palabra encontramos fuerza, consuelo, conocimiento y paz. Por eso, con el salmista decimos: “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero” (Salmo 119:105).

Transformación:
Si la Palabra no se traduce en cambio, transformación y alegría de vivir tenemos que preguntarnos qué tipo de tierra somos para el Sembrador que sale a sembrar. Si somos piedra, maleza o tierra buena en la que el mensaje florece y crece en base a la obediencia traducida en acciones cotidianas que se convierten en felicidad para uno mismo y para los demás. Se cumple entonces la promesa de Jesús en las Bienaventuranzas: “Dichosos más bien —contestó Jesús— los que oyen la palabra de Dios y la obedecen”. (Lucas 11:28)

Bendición:
Hay palabras de maldición y desolación que acarren odio, tristeza y conflicto. En cambio, en la Palabra de Dios siempre hay bendición porque es promesa y esperanza. Como buen Padre, Dios siempre piensa en lo mejor para sus hijos y lo expresa en su Palabra, que sacia toda hambre y calma toda sed.

Eternidad:
Ninguna filosofía o ideología humana puede pretender pisotear al mismo Dios rebelado. Las ideas cambian, se sustituyen por otras o acaban, más la Palabra permanece con su poder salvífico para el ser humano, recordando lo que nos dijo Jesús en Mateo 24:35: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán”.



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