Anabel y Elah: una historia de amor contada a través de la lactancia

Durante dos años, Anabel Gerónimo amamantó de forma exclusiva a su hija, enfrentando comentarios negativos, noches sin dormir y poca comprensión familiar.
Santo Domingo.- Para Anabel Gerónimo, la maternidad no solo significó el nacimiento de su hija Elah Camil hace cuatro años, sino el inicio de un vínculo profundo e irrepetible, la lactancia.
A los 23 años, y aún con temores propios de una madre primeriza, decidió que alimentaría a su bebé exclusivamente con leche materna durante dos años.
Hoy con amor, recuerda ese proceso como una de las decisiones más poderosas y transformadoras de su vida.

“Desde que supe que estaba embarazada, ya tenía claro que quería amamantar. Había escuchado mucho sobre los beneficios, pero también sobre los retos. Aun así, lo intenté, y fue la mejor elección que pude hacer”, cuenta Anabel, hoy con 27 años.
Su motivación inicial fue crear ese apego único con su hija, algo que, asegura, ninguna fórmula ni método puede reemplazar.
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La joven madre contó al Periódico El Día que en su camino, no estuvo sola. Participó en grupos de maternidad donde recibía charlas, orientación y llamadas de apoyo.
“Ahí aprendí sobre la importancia del buen agarre, cómo evitar mastitis y cómo manejar las noches difíciles. Pero sobre todo, encontré motivación para seguir.”

La opinión del pediatra
La lactancia materna, explica el pediatra gastroenterólogo Pedro José Rijo, es un alimento vivo, que se adapta a las necesidades del bebé y aporta beneficios inmunológicos, digestivos y emocionales invaluables.
“Ninguna fórmula hasta la fecha ha logrado reproducir sus componentes. Es un producto único que se modifica para responder a las condiciones de salud del niño”, sostiene el especialista.

Alimento que calma
Anabel lo vivió en carne propia. “Mi hija casi no se enfermaba. Para que tuviera fiebre tenía que ser temporada fuerte de virus. La lactancia la calmaba, le daba seguridad. Yo no me arrepiento, fue hermoso.”
Pero no todo fue fácil. “Uno de los desafíos más grandes fueron los comentarios negativos. Yo tengo senos pequeños y la gente me decía que mi bebé no se iba a llenar, que se veía delgada. Esas palabras, especialmente cuando vienen de la familia, duelen y te hacen dudar.”
También enfrentó el agotamiento de las noches sin dormir, donde su bebé buscaba consuelo en el pecho, no siempre por hambre, sino por apego.
“A veces no quería lactar, solo estar cerca, porque ese era su espacio seguro”, recuerda.
Lo que más lamenta es la falta de apoyo familiar. “A veces quienes más te juzgan son los más cercanos. Me hizo falta un entorno más comprensivo.”
Aun así, el proceso le dejó lecciones valiosas: “Bajé de peso de forma natural, aprendí a cuidarme más, a hidratarme… Y vi crecer a una niña sana, feliz y con una conexión increíble conmigo.”
Hoy, Anabel motiva a otras madres a no dejarse llevar por el miedo o los juicios.
“Hay mucha información y apoyo allá afuera. Busca grupos, recibe charlas. La lactancia puede doler al principio, pero con la preparación adecuada, se convierte en algo maravilloso. No se dejen llevar por mitos. Es un vínculo solo de ustedes dos.”
La OMS lo abala
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Sociedad Dominicana de Pediatría recomiendan lactancia exclusiva desde el nacimiento hasta los seis meses, y luego complementarla con alimentos sólidos hasta los dos años o más.
Pero más allá de las guías médicas, historias como la de Anabel muestran que amamantar también es un acto de resistencia, amor y confianza en una misma.
“Yo no me arrepiento. Hoy tengo una hija muy saludable, y sé que la lactancia tuvo mucho que ver.”