Todas las adaptaciones cinematográficas de las obras de García Márquez han terminado en sórdidos fracasos. Parece imposible asir las fugas apasionantes que Macondo y sus sagas encarnadas en otros nombres del mítico escritor inspiran en el campo literario.
Hasta que, desde Sarajevo, nace en celuloide una primavera de 1981 Emir Kusturica con su largometraje «Te Acuerdas de Dolly Bell?». Inicia desde el coming Of age de un jovencito a pintar sus frescos, temas de interés que han poblado la filmografía del también músico y actor balcánico junto a su deslumbramiento por el oprimido; su heterodoxo manejo del tempo cinematográfico, donde una celebración puramente étnica (húngara, bosnia, gitana, serbia, musulmana…) de repente es intervenida por bandas punk o cómo la tragedia de un colectivo es recibida con encanto desinhibido, apelando al milagro, a la esperanza para sortear la inabordable racionalidad que debería conllevar un momento crítico, son características que parecen sintetizar la idiosincrasia del oriente europeo, haciendo de sus filmes un ómnibus cultural.
Sin embargo, ese poderío visual y metafórico se difumina en «El Pepe, Una Vida Suprema», su más reciente documental que tiene visos de hagiografía para con José-Pepe- Mujica, expresidente uruguayo y figura papal de la izquierda progresista.
Lo traslúcido de su trabajo pretende ser transparente; solo se aprecia sinceridad en la interpelación de un militante de izquierda que le reclama cómo se han entregado a él y Pepe los ha entregado a los «otros»: FMI, y las hordas hegemónicas que nos mandan al «baile de los que sobran», provocando en Mujica una violenta reacción que parece sacar un carácter verdadero fuera de su estampa turística; en un descanso visual presenta a una escuela musical de samba, pero engancha el letrero de «Candombe». Escandalosa falta de rigor que confirma cierto desencanto de un realizador caracterizado por la exhaustiva búsqueda antropológica. El peso de un encargo, quizás.
Admiro al Pepe Mujica transnacional y su prédica de vida austera con las migajas que nos deja el capitalismo. A resistir todo lo híper. Pero a lo interno de su andar tiene serios cuestionamientos a su gobierno, más allá del símbolo. Mientras, Emir Kusturica solo bebe un mate confuso, perdido en traducción.