La peor clase de cretino es aquel ignorante hasta de serlo. El estúpido o necio casi nunca aterriza para rendirse ante su propia condición.
Las complejidades del alma humana son tan insondables que algunos cretinos, víctimas de sí mismos, ocultan o disfrazan su dolor al darse cuenta de su realidad creándose un espurio e ilusorio sentimiento de superioridad.
En los colegios hay “bullies”, anglicismo para finamente decir abusadores; en los grupos de chat hay “trolls”, nombre originalmente para demonios escandinavos dado a incordios cibernéticos.
La incapacidad cognitiva de personas con pocas destrezas o débil sesera, que les lleva a creerse más inteligentes que otras mejor ilustradas, es denominado “efecto Dunning-Kruger”.
Es una incapacidad para reconocer su propia ineptitud. Los autores David Dunning y Justin Kruger, profesores en Cornell, recibieron hace 15 años un premio Nobel por su teoría.
Quienes padecen esta terrible deficiencia quizás sientan consuelo sabiendo que al presidente Trump se la atribuyen. Qué terrible y triste debe ser una incompetencia tan grave que impida hasta interpretar la propia capacidad…