El pecado original

El pecado original

El pecado original

Frederich E. Bergés

En estos tiempos de pandemia muchos tenemos más tiempo disponible en el hogar que de costumbre, y gran parte de ese tiempo lo invertimos en escuchar y ver noticias nacionales e internacionales.

Y es así con enorme estupor como hemos venido observando las diferentes protestas en muchas de las ciudades principales y secundarias de Estados Unidos de Norteamérica a raíz del injustificado asesinato de George Floyd, y lo que los afroamericanos entienden es el abuso constante de las fuerzas policiales y la justicia de ese país contra los de su raza.

¿Cabe preguntarse cómo es posible que en esa gran nación del norte, hogar para más de medio millón de dominicanos, pueden sucederse marchas pacíficas y ordenadas diurnas, seguidas por una anarquía, depredación y pandemónium nocturno, que tanto desdice de la propia raza que trata de invocar respeto?

¿Cómo es posible en pleno siglo 21 ver en una sociedad plural y democrática semejantes barbaries, tanto de los manifestantes, la autoridad policial y del liderazgo político en el poder?

La respuesta hay que buscarla en las propias raíces de la nación, que tuvo su origen con una población anglosajona que procuraban libertades religiosas y políticas, que se independizan de sus amos coloniales. Casi cien años después, los europeos introducen la esclavitud mediante el robo y transporte de nativos africanos que no llegan a merecer las más mínimas consideraciones, tratados como especie subhumana.

La guerra civil del 1861 enfrentó dos grandes conceptos socioeconómicos. Los industriales libertarios del norte contra los esclavistas conservadores del sur culminando con el triunfo del norte encabezado por Abraham Lincoln y Ulises S.Grant.

Ello conllevó la Proclamación de Emancipación, orden ejecutiva que cambió el estatus legal federal de más de 3.5 millones de afroamericanos esclavizados en las áreas designadas del sur de esclavo a libre.
Pero esa lucha armada entre hermanos, y las diferentes leyes y ordenanzas ejecutivas subsiguientes, aun no acaban de lograr la total y real igualdad universal entre blancos y negros en ese país.

El racismo ha permanecido envenenando toda la sociedad norteamericana, constituyéndose en el pecado original que con tanto pavor observamos a diario.



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