El patriotismo es un sentimiento de amor que se lleva no en el bolsillo, sino en el corazón, y que vincula a los seres humanos con su país natal o adoptivo al cual se enlazan a través de la ley, de la cultura, del idioma, de la religión, de la historia, de la geografía y de los valores humanos que cultivan en cuanto sociedad.
Se trata de un sentimiento de bienestar individual y social que conviene profesar equilibradamente para no llegar a extremos que lo hagan nocivo. El patriotismo bien inculcado genera cada vez más cohesión social e incluso nacional. Y proyecta al país como sociedad civilizada, sanamente orgullosa de sí misma, cuyos niños y jóvenes son forjados de modo expeditivo en la fragua de la más diligente doctrina patria.
Pero es menester tener cuidado, no vaya nadie a llegar al “chauvinismo” ni a la xenofobia, que son rechazos infundados a personas y países foráneos. No solo por parte nuestra, sino también por parte de terceros. Por ejemplo, hay personas y países extranjeros que odian a la patria dominicana, y la persiguen constantemente sin razón alguna, solo porque la envidian y la desean para ellos.
Mas, tampoco vaya ningún dominicano a dejarse intimidar ni confundir ni extorsionar por intereses enemigos del país, de esos que andan retorciendo “sinrazones” en busca de ablandar las defensas esenciales de la patria dominicana. Sujetos así existieron desde siempre, incluso desde que se diera el primer grito libertario de la nación; se apandillaron ora con Francia, ora con Haití, ora con España. Pero la “mano de Dios” y la decisión inquebrantable del pueblo dominicano les derrotó en todos los terrenos y en todos los tiempos.
Los anti/valores principales del patriotismo son la xenofilia y el entreguismo. El primero es una suerte de afiliación preeminente a los valores extranjeros en claro menosprecio de los intereses nacionales. Y el segundo se define por sí solo: es, según la Real Academia Española, la tendencia a vender los intereses patrios a poderes extranjeros.
Los defensores del patriotismo se hallan siempre en posiciones sacrificadas y verdaderamente incómodas, mientras que los antipatriotas se desenvuelven “exitosamente” en el desempeño de cualesquiera funciones políticas, económicas y diplomáticas de interés para sus padrinos.