A la distancia de casi medio siglo (49 años se cumplen el próximo día 24), contemplamos con cierto dejo de pesar cómo es que hay personas que despliegan todos sus esfuerzos con tal de pasar factura por el hecho de haber tomado parte (supuesta o real) en la contienda bélica de 1965.
Cifras que aparecen en textos históricos refieren que en la guerra civil del ´65 perdieron la vida más de 3 mil personas. Varias generaciones de dominicanos se han sucedido desde entonces.
En verdad que muy poco delicado suena a los oídos de una persona con cierto nivel de conciencia ciudadana cuando escucha a esos patriotas de pacotilla vanagloriarse con discursillos desentonados refiriendo episodios (no siempre demostrables) de aquel acontecimiento que dividió a la sociedad dominicana en dos bandos.
Incluso, hay quienes reclaman protagonismo por el solo hecho de haber sido detenidos momentáneamente en una de esas redadas que realizaban en la ciudad de Santo Domingo las tropas interventoras y soldados que obedecían al bando de San Isidro en aquella jornada heroica que vivió el pueblo dominicano.
El hecho de una persona encontrarse ahora en el otoño de su existencia no es suficiente motivo para reconocerle méritos que posiblemente nunca acumuló en sus años de esplendor como ser biológico. Es más elegante cuando los méritos adquiridos no se pregonan buscando solo el interés particular.
Con lo reseñado en este escrito no es que buscamos menospreciar el justo valor de todos los hombres y mujeres que hicieron causa común para protestar y combatir con las armas en las manos a los genocidas del patio y a las tropas enviadas por el gobierno de los Estados Unidos (42 mil marines) y unos pocos enviados por gobiernos títeres de la región, y que la Organización de Estados Americanos (OEA) bautizó con el tristemente célebre nombre de Fuerza Interamericana de Paz (FIP).
El asunto es que a través de los años se ha tergiversado el criterio de lo que debe ser el verdadero patriotismo, y el mérito que se debe dar a aquellos que tuvieron algún tipo de participación en los momentos estelares en que se defendía el honor y la gallardía del pueblo dominicano, mancillado por botas extranjeras.