El correr rápido de las manecillas del reloj le da la bienvenida a mi mes favorito, mayo… el de las flores, y con él se suma un año más al calendario de mi vida.
A pocos días de celebrar mis 43, los planteamientos y bromas sobre mi edad por parte de mis familiares y amigos, por esa manía que tengo de decirla sin reservas, a voz en cuello, arranca una sonrisa de mis labios.
Sonrío porque tengo la dicha de, a estas alturas, ver realizados la mayoría de mis sueños y metas en el plano personal y profesional.
Sonrío porque he aprendido a disfrutar de cada momento, riendo a carcajadas y llorando con superficial o profundo dolor, según la circunstancia y el tiempo de los hechos. Sonrío porque he sido premiada con tres grandes tesoros, esos ángeles que llamamos hijos, y he tenido, y espero seguir teniendo, la oportunidad de verlos crecer y seguir convirtiéndose en hombres de bien.
Sonrío porque los años me han enseñado a dar valor a la amistad y los amigos, a cada uno de ellos he dado lo mejor y de muchos he recibido lo mejor.
Sonrío porque me he caído y cometido errores tantas veces que he perdido la cuenta, pero siempre me he sabido levantar y, en la mayoría de los casos, trato de reconocer mis equivocaciones, unas más que otras, aspirando que los que me rodean tengan la confianza de darme luz si yo misma no la encuentro.
Sonrío porque he amado, unas sin reservas y otras con cautela, pero siempre he disfrutado con alegría y autenticidad de cada momento.
Sonrío porque todo lo anteriormente escrito se llama vida y debemos de vivirla plenamente ahora, no en el mañana.