El paraíso que invita a la reflexión y al esparcimiento

El paraíso que invita a la reflexión y al esparcimiento

El paraíso que invita a la reflexión y al esparcimiento

Manuel Jiménez V.

La costa atlántica de República Dominicana, con su inmensidad y diversidad, es un regalo de la naturaleza que muchos aún no han descubierto en toda su magnitud.

Aunque nombres como Punta Cana, Uvero Alto, Cabrera, Río San Juan, Cabarete, Sosúa, Puerto Plata e incluso parte de Montecristi resuenan como destinos turísticos consolidados, aún existen rincones vírgenes y paisajes inexplorados que ofrecen una experiencia única, alejados del bullicio de las grandes concentraciones hoteleras.

En estas festividades de Navidad y Año Nuevo, miles de dominicanos y extranjeros optan por dejar atrás las ciudades para buscar en los valles, montañas y playas un refugio de paz, recreo y reconexión.

Esta tradición, que se repite en cada largo asueto, no sólo dinamiza el turismo interno y el comercio en regiones emblemáticas, sino que también fomenta encuentros fortuitos con otros visitantes que comparten el mismo deseo de descanso y disfrute tras un año de esfuerzos y planificación.

Entre los destinos que cobran vida en estos días destaca Miches, un municipio de la provincia de El Seibo. Con su combinación única de playas y montañas, Miches es el lugar ideal para quienes buscan un equilibrio entre aventura y tranquilidad.

Montaña Redonda, uno de sus principales atractivos, es un ejemplo perfecto de este balance. Este punto elevado, al que se accede usualmente en vehículos todoterreno, ofrece vistas espectaculares del océano Atlántico y de las lagunas El Limón y Redonda. Además, sus actividades singulares, como tomarse fotos con una escoba «voladora» o recorrer una cuerda en bicicleta, añaden un toque de emoción y diversión a la experiencia.

Pero si hablamos de playas, playa Esmeralda es la joya de la corona. Situada a pocos kilómetros de la carretera principal, este rincón aún virgen ofrece un entorno incomparable.

Aunque ya cuenta con algunos hoteles, como el Club Med, y otros en construcción, su belleza natural sigue siendo su mayor atractivo.

Sin embargo, este desarrollo turístico plantea interrogantes sobre el impacto que pueda tener en el acceso y conservación de esta maravilla natural.

Para quienes disfrutan de su estado actual, el progreso puede traer consigo preocupaciones sobre cómo preservar la esencia que hace de playa Esmeralda un lugar único.

La República Dominicana es, sin lugar a dudas, un país bendecido por la naturaleza. Cada rincón de su geografía parece estar diseñado para recordarnos la grandeza de su riqueza natural.

Sin embargo, este privilegio debe motivarnos a reflexionar sobre nuestro papel en su cuidado y aprovechamiento. Más allá de disfrutar estos paisajes, es fundamental que nos preguntemos qué estamos haciendo para mejorar como sociedad.

Con un crecimiento económico proyectado del 5.2 %, según el Banco Central, es válido celebrar nuestros avances. Pero también debemos reconocer que las insatisfacciones persisten en muchos aspectos de nuestra vida colectiva.

La violencia, la pobreza y la desigualdad siguen siendo desafíos urgentes que requieren de un compromiso real y sostenido por parte de nuestras autoridades y de cada ciudadano.

La conexión con la naturaleza, como la que ofrece la costa atlántica, puede servirnos también como un espacio para la introspección.

Cada amanecer en estas playas o cada vista desde una montaña puede ser el recordatorio de que, como nación, tenemos el potencial de alcanzar grandes cosas.

Es cuestión de trabajar unidos, fomentar la convivencia y asumir con responsabilidad los roles que nos corresponden para construir un país más equitativo y próspero.

En definitiva, la costa atlántica no es sólo un paraíso natural, es un llamado a la acción, un recordatorio de nuestra capacidad para crecer y un incentivo para proteger lo que nos hace únicos.

Que cada visita a estos paisajes sirva como una invitación a valorar lo que tenemos y a comprometernos con un futuro mejor para todos.